Ayer tarde se presentó el libro "Me llamo Adou", publicado en la editorial Planeta, en San Carlos Borromeo. Cerca de un centenar de personas nos dimos cita con el fin de conocer la historia que tan bien narra el periodista Nicolás. Pero no sólo esta historia, dicha presentación era la excusa para reflexionar juntos sobre las actuales leyes de extranjería y asilo que, como señaló Nicolás:"actualmente son máquinas de producir sufrimiento".
Aquella imagen que dio la vuelta al mundo del "niño de la maleta", como otros iconos fotográficos: la niña desnuda tras el napalm, el pequeño cadáver de Aylan... han contribuido, como señaló Benjamín de Prado, a "exceder la información que nos llega y a embrutecernos más que a sensibilizarnos". Esta "piedad fugaz" en la que vivimos, como lúcidamente señala Luis García Montero en el prólogo del libro, puede acabar afianzando el neoliberalismo que en este caso, y recordaba Benjamin de Prado, supondrá que "cada uno tendrá los derechos que se pueda pagar".


Y como en tantas ocasiones en nuestra vida, ocurrió el milagro. Resulta que unos de los jóvenes con quien comparto ahora la vida en casa, Aboubakar, fué el compañero de habitación del pequeño Adou cuando le llevaron, en Ceuta, al centro de protección de menores. Este joven contó pequeños detalles de la vida de Adou en el centro, su empeño en afirmar que su padre vendría esta tarde a buscarle, su silencio sobre cómo había llegado a Ceuta o su sonrisa continua respecto a todo lo que a su alrededor acontecía. Relato de Aboubakar que no sólo emocionó y enterneció el acto, sino que -espero- provoco que muchos de los presentes se empeñasen no sólo con conocer la realidad sino saber la verdad.
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