martes, 6 de septiembre de 2011

Aquilino, al año de su marcha... y cercana la de Julio y el P. Silva


Aparece una mujer, ahora ya una amiga: Isabel, a través del correo que me envía la carta que sigue de sus recuerdos y encuentros que tuvo con el amigo Aquilino. Es curioso porque en estos últimos quince días se han marchado también dos hombres/creyentes cuya vida es reflejo de lo mejor del ser humano, por tanto de lo mejor de Dios. Sirva como homenaje a Julio Lois y al Padre Silva esta carta de Isabel que con gusto, y agradecimiento, hago pública en esta pequeña ventana.

Los escritos que  he leído han sido hechos por personas del ámbito religioso yo lo hago desde el laicismo y con el deseo de aportar una pieza más al complejo puzle que era la persona que todos añoramos.
             En San Blas, en  la primavera de 1971 varios chavales/as de 14 y 15 años indisciplinados y hormonados, acudimos a la parroquia ante la oferta de un  campamento, esperábamos apuntarnos y acudir el día de la partida y que nos lo dieran todo hecho pero nos sorprendieron contando con nosotros en la preparación.
Nos encontramos con  un adulto libre y  honrado, comprometido con sus valores y respetuoso con los otros.  Alejados de todo, en medio de la naturaleza vivimos días intensos de encuentros y desencuentros, conflictos y crecimiento que nos hicieron más persona. Queríamos comernos el mundo y él  nos puso a cocinar.
            En la primavera de 1972 algunos de los chavales preparamos el 2ºcampamento en El Payo, con él  fuimos capaces de diseñar actividades para los otros en las que nos hicimos más nosotros, convirtiendo un campamento de ocio en un campo de trabajo solidario. Él no preguntaba si sabias, si te atrevías,  te daba la situación y esperaba que lo hicieras, y lo hacías. Montamos en la escuela del pueblo una guardería para los niños del El Payo, reparamos caminos y otras tareas que incidían en el pueblo y en nosotros.
            Su entrega continuaba en el barrio donde posibilitaba que siguiéramos creciendo en el encuentro, en la búsqueda y la creación en los club juveniles, alfabetización de adultos, consejo parroquial, cine-club, grupos de teatro etc.
 El  San Blas de los años 70 era  un entorno social en el que de forma visible  sólo la  parroquia Virgen de Mar y la Asociación de Vecinos  creaban espacios de encuentro y tejido social, él aportó  su espíritu respetuoso y solidario y su trabajo silencioso evitando protagonismos. Con el paso del tiempo algunos nos fuimos a abrir nuevos espacios de  autodeterminación y  buscamos seguir creciendo en el barrio en ateneos, grupos y asociaciones alejados de la iglesia para ser nosotros mismos.
Lamento que en aquel momento me alejé también de Aquilino.
Quiero compartir con vosotros algunos de mis recuerdos en los que  él ocupa un lugar importante   para unirlos a los vuestros y agradecérselos a él:
 En el Payo aprendí a nadar, la poza que se cruzaba en 3 brazadas  para mi suponía un abismo paralizante y Aquilino me enseñó, como él enseñaba, haciéndolo, a no tener miedo a experimentarme capaz.  Él se hacia el muerto boca abajo, flotaba y sumergía la cara mostrando que era posible, que no pasaba nada y cuando se rotaba y me miraba retirándose el flequillo de los ojos esperaba que fuera como él y yo lo era, flotaba y sumergía la cara y cruzaba la poza porque él así lo esperaba.
Sólo  tenía 15 años  cuando él, junto a otros 2 chavales, me llevó para  que me ocupara del pre-campamento, 3 días antes que los demás llegaran, nos fuimos para allá. Viajamos con un Aquilino-seiscientos, ente conmovedor y centauro  imparable que hacia posible que  creciéramos en el viaje hacia nosotros mismos.
             En uno de mis  momentos  más amargo él está y lo engrandece. Lo recuerdo  visitándome con mi madre, estando  detenida en la D.G.S, yo tenía 16 años, en aquella incomprensible situación el abrazo de mi madre y la mirada de Aquilino me envolvieron en apego, apego seguro de ese que te hace crecer y sentir que aunque no sabes donde estás vas a salir a flote.
            Vino a mi boda civil, él, el cura de mi barrio, acompañándonos en aquel extraño momento de mi vida en que la pureza ideológica y el compromiso consecuente me llevó a no aparentar convencionalismos a no confundir con un sacramento el deseo de compartir mi vida con el hombre que amaba y aún amo. Allí estuvo él con sus creencias pero  acompañándome en las mías con su profundo respeto tan natural en él.
Aún ahora no soy capaz de hablar de Aquilino sin hablar de mi. Siento  como he negado a este hombre decisivo en mi vida, como he pensado y recordado  “mi San Blas” olvidándole a él que fue esencial ¿ cuánto de inconsciente ha habido, cuánto de “matar al padre” en el sentido freudiano, supone su ausencia en mis rememoraciones?.
            Un  dolor inmenso me muerde el alma. Me golpea la impotencia,  y el reproche por no haber  cuidado la relación con una  persona como él. Crees que el otro está siempre ahí, como en tus recuerdos y la vida no es así. La vida te va  liando en tareas, trabajos, otros lugares y crees que lo que quieres siempre está al doblar la esquina, y  como adolescente  olvidas al padre y te crees único artífice de tu vida
            Enterarme de su muerte, hace sólo unas semanas, me ha golpeado con la realidad  de que he perdido a Aquilino, creía que siempre estaría ahí, que siempre podría volver a su mirada y  ser justa con él y agradecerle lo que me  había enseñado, todo lo que me dio. Mi llanto no alivia mi impotencia, pero el recuerdo me sigue dando su mirada.
            Aquilino era el cura de mi barrio, mi cura, él era la iglesia, o mejor dicho él era el Padre Aquilino, el padre que te da la vida y te hace creer en ti para vivirla sin esquemas de otros.  Un padre  con su credo pero que acoge sin preguntarte el tuyo,  era sobretodo  una  persona llena de amor y sabiduría, su mirada te daba toda su fuerza y después se hacia oblicua y a lo lejos te mostraba un horizonte que tú no veía y un espacio de silencio para que crecieras haciendo tu propio camino.
Ahora que ya no está, siento rabia hacia mí, por no haberle recuperado antes
             No hacen falta las doctrinas para creer cuando la vida nos da el regalo de conocer personas como él. Ahora que sumo años he comprobado lo escasas que son.
            De nuevo Aquilino, con su marcha  me enseña que el  cariño hacia nuestras  personas significativas  hay que compartirlo,  hacérselo llegar cuando aún están aquí.
Espero no repetir el error
            GRACIAS AQUILINO

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