domingo, 2 de agosto de 2009

El Señor de los "castillos"


Unos días de asueto en el mediterráneo dan mucho de sí. Además de los "cumplimientos" familiares, tiene uno a su disposición todo un abanico de "tipos" familiares e individuales que algún avezado sociólogo podría investigar y escribir, escribir, escribir...
Está ese grupo familiar que arrebata espacio y tranquilidad cuando hace su aparición. Las sombrillas, los niños, las sillas, las toallas, las esteras, la barquita, la mesa de campo, la nevera... incluso algunos hasta con su pequeño televisor.
Luego esos otros que andan y andan como si la playa no tuviera fin. Recorren a diferentes velocidades los metros de playa sorteando construcciones livianas de arena, pequeños con sus rastrillos y palas y desniveles varios producidos por la marea. Al advertirlos provocan una especie de "retroceso" generalizado. Unos se meten en el agua y otros arena adentro, para dejar paso a esos que emulan los mil metros libres.
También están esos que guarnecidos del bravo sol se arrebujan bajo la sombrilla con un libro, la prensa o una simple revista. Algunos de estos, lo de ponerse moreno, es más una cuestión infusa por estar en la playa que el tiempo que pasan en el tostadero natural.
Por contra están los que no conocen la sombra. Pasan horas y horas, como una buena carne en la parrilla, bajo los inclementes rayos solares. Suelen, eso sí, ser precavidos y usan y abusan de todo tipo de mejunjes que les asegure estar morenitos sin provocarse un destrozo dermatológico considerable. Además, alrededor de estos, los diferentes olores aceitosos harían las delicias de un buen enólogo. Gente joven por lo general, preocupados de lucir buen tipo, músculos señalados y palmito playero para las noches refrescantes de fiestas y jolgorios.
Y también están esos artistas anónimos, capaces de modular con sus manos y tenacidad la difícil arena playera más indómita que predispuesta a quedarse quieta. Los hay de muchos tipos. Desde los que hacen muchas florituras, utilizando agua mezclada con laca para "dominar" la tierra -generalmente pasando la gorra por la visión artística-, hasta esos que su devoción les ha llevado, hace décadas, a convertirse en conjuradores de misterios preciosos entre los más pequeños y sus familiares. Estos últimos son claros exponentes del amor a lo natural. Derrochan paciencia levantando torres con "churritos" del agua mezclada con la arena. Convocan, en torno a la obra, montón de niños que año tras años van haciendo del lugar del "señor de los castillos" punto de referencia y parada obligada. Algunos, que ya no son pequeños, se pasan en plena adolescencia a saludar intentando que el artista les reconozca: "yo me hice una foto con un castillo hace quince años". Castillos y castillos que además de granjear amistades y recuerdos, han configurado un grueso álbum de fotos desde donde se podría relatar la historia de más de una familia. Son esas obras pasajeras -algunas realmente artísticas- las que a muchas personas y familias les hace sentirse como en casa año tras año en determinada playa. Pues uno de estos es mi padre. El orgullo me haría seguir diciendo atributos de estos artistas, pero el pudor obliga a concluir.
Estas y muchas más son las gentes que rodean algunas de nuestras playas más cercanas a la capital y que nos sirven de relax, divertimento y refresco.

3 comentarios:

  1. Un besito para Luis, el artista de los castillos, "El señor de los Castillos".

    Y otro para "La señora del señor de los Castillos"

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  2. El antropólogo de vocación, ni en vacaciones descansa. Buenas vacaciones

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  3. Me ha encantado leer este texto.

    Enhorabuena por las buenas vibraciones que transmite el Señor de los Castillos; sus fotos no sólo se encuentran configurando gruesos álbumes, ¡también aparecen como fondo de pantalla en algún que otro ordenador!

    Un saludo muy cariñoso de Ana.

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