Una vez más, según nos cuenta en su propio blog, un teólogo ha sido llamado al silencio. Silencio no de reflexión y profundización. Silencio de callar el anunciar buenas noticias. En este caso ha sido –uno más- el jesuita Juan Masiá.
Como me consta que alguno no sobréis quien es este personaje que traigo a colación os diré simplemente que es una persona, ya mayor, especialista en temas de bioética. Saberes estos que le costó la expulsión de la universidad pontificia de Comillas, precisamente, por transmitir sus conocimientos y que los legos en la materia le entendamos. Quizás en la iglesia, que se entiendan las “cosas” trascendentales es lo que más desespera. Si se entiende el misterio deja de serlos y, entonces, no se “controla”.
Este hombre, murciano bonachón, siempre pretende estar en segunda línea. Cuando apareció por la parroquia, se situó detrás de todos y sólo apareció cuando otra amiga común lo presentó. Desde entonces, en la distancia física, y en la comunión de la fe, hemos estrechado amistad y simpatía.
Ahora, sin embargo, volvemos a sentirnos unidos en este pretendido silencio al que le quieren someter. Menos mal que la “red” le facilitará seguir enseñándonos y acercarnos el Misterio de lo humano.
www.juanmasia.net
Porque este hombre ha sabido conjugar lo humano occidental con lo humano asiático. Y así, es una persona muy espiritual, que no piadoso. Y esto hoy molesta.
El otro día, cuando me enteré de esta amenaza “eclesiástica”, visitaba a unos amigos y mujeres en la cárcel de Meco, en Madrid. En la entrada a la misma hay un escrito, en la tapa de un registro eléctrico, que reproduzco en la fotografía. Quizás sea normal que alguna persona presa sienta muy lejano a Dios. Así lo expresa. Sin embargo, Juan Masiá, nos los ha traído muy cerquita. Nos alegramos y estamos satisfechos de encontrarnos entre sus hermanos y amigos
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