Cuantos
años, quizá más de diez, sin pisar un parque infantil. Es verdad que los he
atravesado multitud de veces. Si algo hay en mi barrio son parques y zonas
verdes. Pero lo que se dice bajar al parque con un chavalillo hacia muchos años
que no me ocurría.
Jardines Dionisio Ridruejo |
La
oportunidad que me ofrece el pequeño del poblado gitano rumano del Gallinero,
que este fin de semana está con nosotros en casa, lo ha permitido.
Un
puñado de niños solos en la cancha que de inmediato, al reconocerse deseos
comunes, se ponen de acuerdo y organizan equipos, normas, limites y el juego en
común. Curioso contraste con la vida política que nos tiene acostumbrados a esa
impotencia vital de no ponerse de acuerdo ni en los deseos mas fundamentales.
Será que esos que enarbolan el servicio al ciudadano, como deseo fundamental de
su quehacer político, son unos tremendos mentirosos. Los pequeños juntando
deseos comunes son capaces, ya digo, de auto organizarse.
Fuera
de la cancha otro grupo - en este caso de niñas- de edades mas pequeñas aun, se
ponen de acuerdo para intentar gestionar y organizar un riachuelo creado
anárquicamente por el agua derramada del riego del césped. Se afanan,
comunitariamente, en organizar los limites terreros necesarios para que el agua
llegue lo mas lejos posible. También el interés común parece prevalecer sobre
las distintas formas que, seguro, entre todas las niñas fuesen capaces de
inventar. El riachuelo improvisado es la ocasión para trabajar conjuntamente,
al unísono, intentando llevar el agua lo mas lejos posible.
Y
lo mas sorprendente de todo es que lo hacen sin autoridad alguna que gestione
el cauce a diseñar o que imponga las normas con que jugar siendo dos equipos de
fútbol de numero impar y con evidentes diferencias de tamaño y maniobrabilidad
pelotera.
Las
herramientas para el quehacer, improvisados palitos del suelo y balones del
juego, se ofrecen al que todos consideran mejor, van sorteándose entre unos y
otras sin medida.
No
hay propiedad, ni marca que patrocine. La naturalidad en la cooperación, eso
que llamamos compartir, es la regla natural de relacionarse, de poner en común,
de realizar la tarea entre todas y todos. Tampoco la diferente edad o la
supuesta preparación de unas u otros, es impedimento para marcar goles o
encauzar el agua.
Curioso
el empeño que tienen algunos en destacar las diferencias para atacar a unos u
otros; la preparación para decidir sobre la vida ajena o el orden para hacer
prevalecer la voluntad del poderoso, instigador, muchas veces, de lo mas
rastrero del ser humano. Observando a estos "manojillos de
pulsiones", que diría el maestro y amigo Enrique Martinez, es evidente que
la naturaleza humana no es obsesiva, acaparadora y destructora. No!, esas son
formas de actuar de algunos adultos, adúlteros por naturaleza.
Los
pequeños siguen rescatando lo mejor y mayor del ser humano.
Tengo
que volver mas a menudo al parque con los niños y niñas.
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