viernes, 16 de abril de 2010

Paliativos


N0s comenta esta misma mañana el joven médico la situación del muchacho: no podemos hacer nada más. Le enviamos a la planta 5ª, a la Unidad de Cuidados Paliativos. ¡Que dolor madre mía: nuevamente la quinta!. Si no hace más de dos meses despedimos a otro amigo en este mismo lugar.
Por disimular la desazón acudo al diccionario y me tranquiliza el significado que ofrece "mitiga, suaviza o atenúa", refiriéndose a los cuidados paliativos. Es cierto que los dolores están siendo mitigados. Afortunadamente somos capaces de entender, pretender y reclamar que el sufrimiento no tiene sentido. No es humano buscarlo. Es más, creo que es inhumano no combatirlo. Cuando el dolor se mitiga, el proceso de elaborar la despedida se suaviza. Se es capaz de asumir que la cuenta atrás va demasiado aprisa y surge la necesidad de poner en orden y concierto mucha vida y esperanza. Las despedidas se atenúan, los adioses se transforman en hasta siempres y el vértigo por el fin se trasmuta en paz y descanso.
Tanto empeño puesto en acompañar para la vida y parece que se nos impone, sin quererlo ni pretenderlo, acompañar para la muerte. Pero este hecho innegable e insoslayable lo podemos vivir también como parte de la existencia. Incluso para quienes crean en la muerte como final, ésta se puede vivir como una etapa más -finita, acabable- de la propia vida.
Algunos me preguntan, sin embargo, ¿y lo vas a llevar a tu casa?. La respuesta me surge inmediata: ¿no hemos creado espacios para la vida? ¿no pretendemos cuidarnos? ¿no decimos que la incondicionalidad es el blasón de nuestro quehacer?
Son tantos ya que pudiera parecer que el número ahoga el sentimiento de dolor, pérdida, descontrol. Sin embargo hay que ver que acontecimiento tan único e irrepetible es este de volver a acompañar a unos de los nuestros, con quienes hemos vivido, compartido, llorado y soñado... en el momento de ir caminando, sin poder frenar, hacia el final. Todo vuelve a ser respuestas primitivas, no programables, únicas, novedosas... Cada uno somos una realidad irrepetible; incluso en el hecho de la muerte como fin de la existencia vital entre nosotros.
Me apetece compartir este sentimiento. No por repetido y muchas veces vivido, está ayuno de tensión, expectativa y generosidad.

1 comentario:

  1. Gracias Javier por compartir todo con todos.
    Un abrazo muy fuerte.
    Alfonso.

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