El verano, y sobre todo si es tiempo de "descanso", nos ofrece la oportunidad de dedicar tiempo tranquilo a pensar, reflexionar y discutir con uno mismo. Más, después de los terribles asesinatos cometidos por esos fanáticos en Cataluña y la catarata enorme de pensamientos, catequesis y filosofías dogmáticas que se han vertido a través de todos los medios tras semejante barbaridad.
Tampoco el silencio exterior es baladí ante tanto opinador sabelotodo.
Estaba yo en una mañana de playa, dialogando y discutiendo conmigo mismo, cuando me encuentro la escena que recoge la fotografía.
Ante un maravilloso horizonte, musicalizado por las interminables olas marinas, una simpática muchacha dirige -y en realidad fué un rato largo- su mirada sobre la pantalla de un dispositivo móvil.
Me dije entonces que esta imagen puede reflejar lo que en muchas ocasiones vivimos. El error de pensar que hay algo más esperanzador que la realidad misma, con su compleja belleza, repleta de preguntas... Quizás, por claro oscura que sea la misma, siempre será más poderosa que una simple pantalla táctil. Y así, me dejé abrazar por ese mar de vida y muerte... no vaya a ser que, también el pensamiento, acabe siendo liquido, como ya nos advirtió el maestro Bauman.
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
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