Como los magos de Oriente, llegué tarde. Según el relato de
los Evangelios, estos también llegaron tarde.
Perdemos muchas veces la oportunidad de estar en los
acontecimientos que dan vida, aunque estos vengan cargados de dolor -como los
de la mujer cuando está pariendo- o aunque estos vengan traspasados de
desolación, como lo que presencié esta mañana en el poblado del gallinero.
Esa joven pareja que, seguramente, podemos pensar que no
tiene ningún sentido que estén ya casados, pero así lo están. Esta joven pareja
ayer, noche de navidad, no alumbraron vida pero el fuego sí que les deslumbró
su precaria existencia. El fuego acabó con todas sus pertenencias. Estas eran
pocas. La vida de los muy pobres es una vida que se tiene que vivir al día. Sin
grandes acumulaciones. Ni siquiera en el pequeño chamizo que formaba su
chabola, su casa, su posada.
Un fuego devoró todo lo que tenían.
Sin embargo algunos, a esas mismas horas –y no nos
lamentamos por ello, sólo lo cuento de manera descriptiva- estábamos con una
mesa repleta de vida, de gentes -casi seis nacionalidades-, pero también
seguramente de “espacios” que podríamos haber abierto a otros. A unos que quizá
no conociéramos, a otros porque no sabíamos sus penurias…
Creo que esta Navidad tiene que ser un empujón para
ensanchar nuestras mesas, para disponer un nuevo sitio, como aquella canción
que hace años ya cantábamos en las fiestas y celebraciones.
Me contaba esta joven
pareja, en medio de la desolación de haber perdido lo poco que tenían, que “no
fue nadie”, excepto los vecinos que comparten su misma miseria. Eso sí, aparecieron los admirados bomberos. Y
señalo esto porque es evidente –de lo contrario tendremos que luchar por ello-
que los funcionarios, trabajadores de empresas privadas, oeneges… esa gente de
lo social, no tenía porqué estar ayer.
Sin embargo lo que nos duele, lo que azuza más el fuego del desconsuelo es que
esos que, lógicamente, estaban con sus familias o donde quisieran poder estar, pero
que no estaban anoche en el poblado, tampoco esta mañana y no se les espera
mañana porque es fiesta… Esos, luego, con tantísima facilidad criminalizan la
vida de los pobres y también –si por algo nos podemos sentir junto a estos-
critican la acción solidaria de la ciudadanía.
Hay un artículo muy bueno, hoy mismo, de Luis García Montero: "La caridad es una estafa" . Es una reflexión en voz alta sobre la forma de entender la justicia, la
caridad, la solidaridad, lo publico, lo privado… Es verdad que este sistema zozobra,
más allá de las personas trabajadoras que tienen todo el
derecho –y por él también hemos de luchar- de librar, poder estar con su
familia, poder conciliar… Sin embargo anoche, y esta mañana, si nosotros hemos
llegado tarde , ellos -¿me recuerdan a aquel Herodes del relato del nacimiento
de Jesús?- no aparecieron, no deben saber que la vida ya ha acontecido.
Cuando arribamos hoy, aunque tarde, con el colchón, las
sábanas, las mantas, la poca leche que nos quedaba en la parroquia y alguna
comida que hemos ido pillando aquí o allá, fruto de esa sociedad solidaria,
quien sí estaba junto a esa nueva casa, en esa nueva vida que esta joven pareja
debe emprender eran los “pastores”. Esos convecinos -también como aquellos, de
mala fama, de quien con tanta facilidad se habla mal, a quien con demasiada
frecuencia se pretende expurgar su propia vida- sí que estaban. Los pastores del Evangelio llegaron a tiempo, estuvieron presentes en el intento de
hacer renacer de esas cenizas una nueva casa, una nueva chabola, una nueva
posada.
Aunque tarde, como los Magos, tenemos muchos cofres que compartir…
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