Acabamos de salir del cine.
Hemos estado viendo la última película de Ken Loach "YO, DANIEL BLAKE" y, realmente, la sensación es -como apuntaba la señora mayor que tenía junto a mi butaca- de "desolación". Pero una aflicción estremecedora porque será una de esas películas que en la advertencia final dirá: "cualquier parecido con la realidad es pura analogía". Y así ha sido.
Los protagonistas en la ficción eran como un calco de muchos rostros por conocidos, cercanos, concretos..., hombres, mujeres, niños y niñas cuyas vidas tan bien refleja el film. Historias traspasadas de dolor, rabia, creatividad y rebeldía.
La obviedad fundamental estriba en esa última frase que, leída por su amiga, condensa la tragedia de las personas excluidas y empobrecidas: "Yo Daniel Blake soy una persona y reclamo mis derechos". Por eso esta película (existe una realidad) nos requiere, y con urgencia, a toda la ciudadanía: son malos tiempos estos en los que hay que recordar lo evidente: que somos personas, ni clientes, ni pacientes, ni usuarios, ni beneficiarios...
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
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