Hay imágenes que muestran la realidad, que sobrecogen de manera
irrenunciable. Así como que te “atrapa la realidad”.
Creo que estoy en un punto –no sé muy bien de dónde nace- en
el que ir cargando con una maquina de fotos se ha convertido en una especie de
adicción. Cuando voy a salir de casa hay tres palpaciones sobre mi cuerpo que
se repiten rutinariamente: la cartera, el móvil y la máquina de fotos… Lo
apunto y si alguna amiga o algún enemigo logra desentrañar semejante cosa pues
que me advierta si estoy en peligro… Gracias.
Pues en esas estaba esta mañana cuando veo aparecer, a lo
lejos, al buen vecino del gallinero que se traslada en silla de ruedas. La
calle –única- asfaltada del poblado es recorrida por este buen hombre, hacia la
parada del autobús, de espaldas a la misma. Está tan impedido que avanzar de
espaldas al lugar de llegada se torna más fácil al poder ir empujándose con los
pies… Su posibilidad de subsistir depende de la limosna que consiga. Me acerco
a él, lo saludo (siempre me incomoda su continuo agradecimiento …) y le
pregunto dónde va y, sobre todo teniendo en cuenta que la parada de autobús es
la penúltima de la línea donde se deben bajar todos los pasajeros, cómo va?:
-
“a pedir,
si no, no como”.
Tengo sobre la mesa de mi escritorio un libro que estoy
deseando poder leer: Misericordia, caridad
y justicia social, de José Ignacio Calleja. A ver si saco ratos… pero esa
es otra historia. Pues al releer el titulo sobre la mesa y observar las
fotografías en la pantalla del ordenador, no puedo menos que aturullarme de
preguntas sobre ambas visiones. Cómo conciliar lo que viven muchas personas a
mi alrededor y toda esa literatura –oportuna y agradable- sobre la
misericordia. No es cuestión sólo, como el mismo Papa Francisco nos advierte,
de hacer de la misma un concepto dogmático, progre o teórico.
Además de la silla, que ya se la proveímos el pasado verano
¿podemos hacer algo más? ¿tengo capacidad de evitarle semejante oficio diario
para poder comer?... montones, de verdad, montones de interrogaciones pululan
mi cabezota esta tarde.
Miro la foto –refleja su dolor y dificultades- recuerdo su
continua sonrisa y agradecimiento… y vuelve a martillearme la misericordia, la
caridad y la justicia.
Si alguien se le encuentra por la calle, en el metro donde
mendiga, salúdele. No pido que le den dinero, eso queda en su conciencia y
posibilidades… simplemente díganle que somos amigos y advertirán esa
luminosidad que surge de sus claros ojos y clara mirada. Quizás, en medio de
tanta teoría, pronunciamientos y buenos propósitos, acercarnos al otro vulnerable
y excluido sea el principio de esa gran revolución que –entre todas- tenemos
que poner en marcha para que estas malogradas e injustas situaciones dejen de
existir, y quien realmente sea titular el lunes de las portadas de los diarios
sea ese abnegado trabajar que, con un respeto admirable, le empuja la silla
para que pueda acceder a dicho medio de transporte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario