Me encuentro en Motril en las XII Jornadas sobre Derechos Humanos e Inmigración. Además de la satisfacción de reencontrar con amigas y amigos de diversas andaduras, el privilegio alcanza altura al reconocer la gente tan maravillosa que nos hablara y contará sus experiencias sobre la umigración y como migrantes.
Desde las abuelas de Argentina, hasta un magistrado colombiano exiliado en España al estar seriamente amenazada su vida. Jueza Salvadoreña que pidió la extradición a España del asesino salvadoreños de los jesuitas y las dos mujeres. Letrada Hondureña cuya vida corre peligro en esa dictadura blanqueada. Fundador mexicano que acoge y ofrece seguridad a los migrantes en su empeño vertical por cruzar todo el país en búsqueda del dorado americano.Todas estas personas son testigos directos, víctimas, del dolor infligido por el poder a los seres humanos en distintos y distantes, geográficamente, países. Pero lo llamativo no es el cumulo de dolor que han tenido que soportar y sufrir dichas personas.
Lo que me parece genial es la capacidad que en ellos hay de subvertir su dolor y miedo - y la impotencia que esto crea- en capacidad de lucha. Saber transformar el sufrimiento en rebeldía creo que es una de las enseñanzas más preciadas y precisas que anhelamos.
Las víctimas son capaces de no tornarse en victimarios -aunque tengan razones sobradas para ello- sino en ser hacedores de vida, esperanza, memoria y reconciliación.
O transitamos estos caminos. Aprendemos de estos sufrientes con vida, o nuestra existencia está abocada al fracaso y la desesperación.
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