Son las 7'15h de la mañana. Acabamos de volver del gallinero. Nos llamaron algunos vecinos a las 4h. diciendo que estaba la policía. Que habían golpeado fuertemente a un joven, a quien habían sacado de la cama y que chorreaba sangre de la cabeza.
Nos ponemos en marcha. Llegamos al poblado y, en medio de la tupido y fría noche, los únicos movimientos que se escuchan es el revoloteo de la ratas que nuevamente, como si hubieran marchado por vacaciones, hacen publica ostentación de su presencia y correrías.
Nos encontramos a las familias que han sido molestadas por la policía, arremolinadas junto a la puerta contemplando cómo la sangre brota de la herida abierta en la cabeza del muchacho. Efectivamente el joven, nos cuenta que estaba durmiendo en su chabola junto a otro amigo, ha sido despertado por la policía a trompicones pidiéndole que "cantase" dónde estaba el cable. Al decirles el joven que no sabía nada y reclamar sus derechos, los representantes de la ley y garantes de la seguridad - a esos que llamamos policías- le han dado un manotazo en la cara que le ha hecho caer contra el suelo. Su cabeza evidencia el golpe ya que le ha brotado un huevo espectacular. A la luz de una bombilla el joven nos enseña las marcas de los porrazos que han dejado -como huella indeleble- los agentes en su menudo cuerpo: porrazo en el pómulo derecho con derrame en el ojo, huella evidente de porra en el hombro izquierdo bajando la señal hacia el omóplato y huella de porra en la misma nuca; el brazo contusionado y maltrecho también.
El miedo pende sobre todos los vecinos despiertos. "¿Qué hemos hecho, se preguntan, nos preguntan, para que nos traten así?". La noche, como aliada de esos terroristas de la ciudadanía, vuelca toda la perplejidad e impotencia sobre nuestras somnolientas caras. In-expresivas y sin respuestas, llevamos al muchacho al hospital. Por el camino nos cuenta que tiene miedo. Que él no hace nada malo. Que ha llamado al 112 y le han contestado que "para él no había ambulancia". Ya en el hospital, silencioso y vacío, comienzan las radiografías.
Sospechas por parte de los servicios médicos de qué habrá ocurrido. Quién será este a quien le han magullado tanto. De hecho, el informe médico señalas las contusiones aludidas y que le han tenido que poner el brazo en cabestrillo. Simplemente, sigue diciendo el parte médico, se refiere que ha habido una agresión. No indica las causas que, tanto el joven como yo mismo, no hemos parado de referir desde que pusimos el primer pié en las urgencias del hospital vallecano Infanta Leonor.
Durante este tiempo en urgencias, recibimos una nueva llamada de los vecinos: "están nuevamente aquí, sí, la policía, venir rápido". Mientras dos de nosotros nos desplazamos otra vez al poblado, una amiga queda esperando, en urgencias, resultados de la intervención médica.
Nos vuelven a relatar lo mismo. Mala suerte que cuando llegamos los agentes ya no están. Pudiera parecer el juego del gato y el ratón, Pero no, es la respuesta lógica de la solidaridad ante unas personas violentadas y agredidas por los agentes de policía o de quien les envía. Nuevas amenazas. Susto, niños desvelados, bebes llorando y las madres y los hombres impotentes ante tanta prepotencia del sistema. En medio nosotros. Interpelados por la situación de estas familias e incriminados por un aparato político policial que continuamente parece no querer asumir que el estado de derecho tiene grietas considerables. Los representantes del orden y la ley acampan a sus anchas, aterrando, a los ciudadanos. Nos preguntamos qué hacer? Hay que denunciar? Estamos hartos de ello y todo acaba en archivo de la papelera. ¿Comparecer ante la fiscalía? nos contestan que debemos estar soñando. ¿¿el defensor del Pueblo? más de lo mismo, pide informes y los responsables policiales les dicen que soñamos...
La impotencia, casada con el miedo es la antesala del poder depredador que atosiga y agrede a los ciudadanos. Seguir acompañando... Estar presente... defenderles hoy a ellos, que es defender una democracia basada en la justicia y no en la ley del poder o del talión...
Todo esto después de una tarde donde un grupo de gentes sencillas, con voluntad de transformación y empeño considerable, pasamos horas viendo qué hacer para que los niños acudan a la escuela; cómo, para que las familias se responsabilicen de la educación de sus hijos?... proyectos, esfuerzos e ilusiones truncados por ese empeño de "cuanto peor mejor" que parece haberse instalado en los políticos.
Tras esa reunión vino Luis García Montero a cenar a casa. Entre otras muchas cosas, nos contaba cómo, en su quehacer poético, elaboraba sus poemas y creación artística. Me llamaba la atención la referencia continua al "ver", "mirar", "observar"... estos eran los previos para su capacidad creadora. Escribir poemas, nos dice, no es sólo describir tus sentimientos, sino que aquello que escribes sea capaz de expresar los sentimientos y emociones de quien lo lee.
Tras esta noche movida sigo creyendo que hay que seguir "mirando" la realidad. La vida de los pobres y maltratados. Para que esa mirada no se quede sólo en un acto descriptivo de lo que existe, cuanto que esas miradas sean capaces de ir trascendiendo nuestras solidaridades y vayan creando espacios de libertad y convivencia mucho más ricos que estos -como los de esta noche- entre los que vivimos demasiado habitualmente.
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Gracias por seguir denunciando y dar testimonio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo de un joven estudiante,desde Brasil.
Aquí,también hay causas necesarias:
http://destelloshumanos.blogspot.com/2011/09/en-el-tiempo-de-la-esclavitud.html
Vd. Javier. debe ser un buen sacerdote. No desis
ResponderEliminarta.