domingo, 20 de febrero de 2011

Antropólogos

Ayer sábado, en la lluviosa mañana que se presentó en Madrid, tuvimos un encuentro con un grupo de antropólogos, estudiantes y profesores universitarios, preocupados por la vulneración de los Derechos Humanos en distintos lugares. Querían conocer la realidad de la Cañada y Gallinero.
A quienes nos lo pidieron estamos ya un poco cansados de "pasear" intelectuales, periodistas, políticos, trabajadores sociales, educadores, voluntarios, salvapatrias... y todos a quienes llevamos a ese zoo de la pobreza que, en ocasiones, parece convertirse la cañada y sobre todo el gallinero.
Les propusimos darnos una vuelta en coche y observar desde fuera intentando ser respetuoso con las vidas de estas personas tan maltrechas en su día a día. Sorprendentemente -digo para lo que habitualmente ocurre- aceptaron y, además, de buena gana. Entendieron que estemos contrariados con esa participación en paseos sobre la vida de estas personas a quienes excluimos.
En el encuentro con ellos, en la parroquia de la cañada, según íbamos contando y ellos preguntando, surgía una reflexión muy frecuente entre quienes participamos: la de profesionales de distintas áreas que participan, pasean, se entrometen, deciden, juzgan... la vida de las personas del Gallinero y Cañada y que poco cambian las circunstancias de quienes habitan esos territorios comanches de la miseria, la violencia y la muerte. Entonces ¿tendrá sentido tanto recurso humanos para tan poco fruto? ¿es que las personas son duras de "cerviz" y no quieren cambiar su estilo de vida? ¿será que hay mucha gente viviendo de los pobres?...
En un diálogo distendido, franco y sincero, se me venían multitud de preguntas que siguen, ahí, insatisfechas. El reto de estar con la gente pobre, esos a quienes llamamos cuarto mundo, excluidos, silenciados, los nadie.... acaba planteándome siempre esta inquietante pregunta: ¿nos necesitan?
Quizás tendríamos que ser capaces, como apuntaba el mayor entre nosotros, de vivir entre ellos, junto a ellos y desde ellos, ir viendo cómo colaboramos en que su espacio y su hábitat fuese más digno y dignificado. Ese
es el reto que tenemos.
Tanto "interventor" voluntario o pagado no puede ser ineficaz en que la vida de estas personas cambie. Y, de hecho, llevan años y poco ha cambiado.

1 comentario:

  1. Querido Javi es cierto lo que dices, como uno de los antropologos que estabamos allí participo de esa frustración de no ver transformaciones. Me da pudor sólo asomarme, y sin embargo hay que asomarse...pero no solo, hay que reivindicar, pero no solo, hay que gritar, pero no solo..el tema es que no hay transformacion o es muy lenta. Que nos queda el derecho al "pataleo" pero que se nos queda demasiado corto

    ResponderEliminar