viernes, 18 de febrero de 2011

Sidonia

Querida pequeña. No tengo certeza de que nunca llegues a conocer el contenido de estas torpes letras.

A tus tres meses, recién comenzada tu travesía vital, ya convocas en torno a tu pequeño cuerpo tantas esperanzas y desesperos que, en otras condiciones, seguramente estarías llamada a surcar grandes mares. Nos cuentan en el hospital, después de múltiples pruebas, que tu cerebro, como profetizaban los primeros indicios clínicos de quien decidimos desconfiar, está parado. No funciona. Que nunca veras ni oirás, e incluso tendrás graves dificultades de poder, siquiera, mantenerte en pie. Sólo la pasticidad de tus músculos te salvará, en algunos momentos, de mantenerte erguida.

A este drama, me comentan las madres de San Carlos que le ocurre lo mismo al hijo de Bertín Osborne, se suma la situación de pobreza extrema en la que has nacido. Junto a tus tres hermanas menores y tus jóvenes padres, habitáis una chabola pequeña en el poblado gitano rumano del Gallinero. Tu madre, a quien hemos tenido que apoyar cuidándote en el hospital para que junto al papa fueran a mendigar y sacar unas monedillas para poder malvivir, no sólo está deshecha por tu enfermedad sino, además, por el infortunio de vivir donde vive y que estas no sean condiciones mínimas para poder cuidarte. Así, con dolor, impotencia y resignación, han pedido que te acoja la Administración pública.

Esta es la realidad de la pobreza en medio del mundo rico, a pesar de la crisis. Los pobres no sólo sufren las carencias materiales a las que les obligamos, sino que además les arrinconamos para que tengan que deshacerse de sus propios hijos. Eso sí, el sistema tiene recursos para cuidarlos. No para que te cuiden tus padres junto a tus hermanitas. No eso no. Pero que una red social publica/privada te guarde e intente ofrecerte unas condiciones de habitabilidad más dignas que colaboren en que tengas un futuro -¿tienes realmente futuro?- menos dañino sí es posible. Maldita sociedad.

Iras a vivir a casa de las monjitas. No sé cómo se llama la residencia pero seguro que es un canto a la vida esperanzada¡¡¡. Como si sólo la extirpación de tu familia te asegurase un horizonte más alentador. Qué barbaridad!!!!

Así funcionamos pequeña Sidonia. Tus papas vinieron de tan lejos, Rumanía, pensando que entre nosotros vuestra vida sería más fácil y la respuesta es que os seguimos manteniendo a esos catorce kilómetros donde la miseria y la desconfianza acampan, como los roedores, a sus anchas sin medida ni limite.

No acierto a imaginarme tu futuro. Cómo podremos expresarte y hacerte saber el dolor que nos genera tu vida y la incomprensión de tanto como llevamos recorriendo contigo. Esa confusión que se ha pretendido verter sobre tu familia, y sus condiciones vitales, respecto al cariño y la preocupación que sienten por ti, su pequeña. Cuántas preguntas nos han hecho, porque no se atreven a hacérselas a tus padres. Tus padres que inocentemente sonríen porque no entienden. Preguntas y prejuicios de muchos de los que se han cruzado en vuestras vidas. Lagrimas que se derraman sin poder controlar. Impotencias y malas conciencias que nos atosigan cuando, tras el alta médica, te dejamos en la chabola de tu familia porque no hay plaza aún para ingresarte en la casa de acogida.

Pequeña Sidonia, si algún día tu vida fuera de otra manera seguro que la rabia que sentimos será fruto de ese empeño que algunos, empezando por madre y tu padre, hemos puesto en revertir esos pronósticos aciagos que, a los pobres, siempre os colgamos como san Benito de vuestra desdicha.

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