Con un verso, es verdad, no botas a un tirano.
Con un verso no llevas pan y techo al niño vagabundo,
ni llevas medicinas al campesino enfermo.
Sobre todo, no puedes hacerlo ahora mismo.
Pero… vamos a ver:
Un verso bien nacido y vigoroso,
y otro más encendido,
y otro más desvelado,
y otro más fuerte y más veraz,
le dan vida a un sueño que recogieron tierno,
y este sueño de muchos, ya nutrido,
se vuelve una conciencia,
y esta conciencia, una pasión, un ansia…
Hasta que un día, todo –sueño, conciencia, anhelo–,
compacto se organiza…
Y entonces viene el grito, y el puño, y la conquista…
En la esfigie de la conquista brilla una diadema: el verso.
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