No sé si será una premonición de lo que este nuevo año nos espera pero estos primeros días -como tantos años ya- comienzan trayendo esperanza y dolor a nuestro entorno.
Comenzamos este 2010 entre juguetes y juguetes traídos para la fiesta infantil del próximo día 5 que celebraremos en San Carlos con los más pequeños. Unos cien niños y niñas de la Cañada, juntos a muchos otros del barrio, se acercarán a recoger su juguete y así pasar un día de fiesta y alegría entre tanta sorpresa juguetona.
Que atesoramiento de esperanza no pueden contener tantos desvelos, de tanta buena gente a nuestro alerededor, por hacer que la dura vida que llevan algunos de nuestros vecinos más pequeños sea, aunqe sólo unas horas, un canto a la ilusión, al jolgorio y a la vida al tener acceso, como otros niños y niñas, a un montón de juguetes a su libre disposición y elección. Ya que los adultos no les permitimos disponer y elegir dignidad de vida, que esta mañana entre regalos sea la expresión fuerte y silenciosa de su rechazo a la mala vida que se les procura y su empeño en disfrutar cada uno de sus momentos.
Y si de niños hablamos no podemos olvidar a quien ayer partío, como él mismo repetía, al Paraiso. Si, se nos fué el pequeño Mohamed. A sus escasos nueve añitos, la pelea tenaz contra el cancer no ùdo ser definitivamente vencida. Pero sí que venció la diginidad encarnada en un pequeño: cómo se despidió de sus cuatro hermanos menores que él, como recordó a su madre que, en el Paraíso, les prepararía el agua de la purificación para cuando ellos llegaran. Cómo, entre bromas, partió agarrado de aquellas manos que durante estos dos años han velado tantos desvelos del pequeño.
En una tarde plomiza y lluviosa, junto a su familia, compartimos la cena de "despedida" con la que los familiares musulmanes celebran la partida al Paraíso de uno de sus pequeños. Junto a los imanes venidos a la casa familiar, entre rezos y proclamas del Corán, se fueron sucediendo recuerdos vividos junto al pequeño Mohamed en este tiempo entre nosotros.
Que Alá le haya acogido en su regazo¡!¡!
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
La ilusión de esos niños se percibe cuando de la mano de los "pajes" entran y van llenando su bolsita con el juguete que escogen para llevarlo consigo. ¡Cuanto disfrutó el año anterior nuestro pequeño Mohammed en este dia! Recogió sus juguetes, nos ayudó con otros niños, quería luego más cosas, y me preguntaba que por qué a Marruecos nunca habían ido los Reyes Magos.... Hay personas que entran en nuestra vida por un tiempo, a veces demasiado corto, pero que cuando parten, nos han hecho crecer y aprender. Son un regalo que la vida nos ofrece y no puedes aferrarte a ellas, hay que dejarlas ir...Y aunque te preguntes que sentido tiene el sufrimiento, y por qué las cosas tuvieron que ser así, y parezca que caminamos en tierras de penumbra, diremos, como C.S.Lewis "que el dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces."
ResponderEliminarUnos cuantos domingos atrás vino a compartir con nosotros nuestro encuentro de los domingos un joven plagado de años, no recuerdo su nombre, a mí me recordaba a José Bodalo. Vino con motivo del grito de dignidad que nos lanzaba Aminattou Haidar, pues él tiene un amplio conocimiento sobre la situación del Sahara. Empezó su intervención de este modo: "últimamente lloro mucho, no sé si es una cuestión de mi edad o a caso es que hay motivo". Pues yo también en los últimos tiempos estoy llorando mucho, más de lo que lloré en el resto de mi vida e igual que él me pregunto si es por este sentimiento de envejecimiento interno "o a caso es que hay motivo"... Cuando veo la cañada y su situación de vida, cuando veo entrar las escabadoras, cuando miro a los niños, cuando veo que hasta los reyes se olvidaron de pasar por allá, aunque uno les dejara la Parroquia de San Carlos Borromeo llena de regalos, (seguro que fue Baltasar).Cuando ves que de tantos camiones que se recogieron de juguetes, más de la mitad eran inservibles, eso es lo que para muchas personas valen estos niños… No sé si ahora todo me afecta más o acaso es que hay motivo. Que incluso los que se publicitan como solidarios por llevar juguetes a los niños de la Cañada lleva veinte, para más de ochenta niños, a quien se los damos, que dedo me corto que no me duela… ¿A caso habrá motivo?.
ResponderEliminarA caso no es injusto que se nos vaya el pequeño Moha, eso si al Paraíso que él nos enseño. En nuestro encuentro dominical de ayer, mientras le recordábamos y comíamos los gajos de mandarina que el nos dejo encomendados porque la vitamina C es muy buena, Toñi nos contaba, conteniendo el llanto y conteniéndolo todos, por expreso deseo del pequeño Moha, nos narraba las muchas lecciones que nos ha dejado, como con solo nueve añitos, (cumplidos en un quirófano), entendió que el paraíso no podía ser solo para aquellos que practican un mismo dogma, por que su abuelo Enrique, que es muy bueno, no va ir al infierno aunque no rece, que hasta el mismo Alá tiene que reconocer eso y sino él que ya se sabía cerca de ese momento, se encargaría de interceder y abrirle los ojos. Tarik, nos decía que no nos damos cuenta que Moha no había venido a morir a España, sino a traernos un mensaje de conciliación entre personas, culturas y civilizaciones. Y tantas otras cosas entrañables. ¿O a caso no hay motivo para emocionarse?.
Ayer también me reencontré con Hichan, que meses atrás, lo conocí en un centro de menores y con motivo de una paliza que recibió de parte de los trabajadores del mismo, le vi una solo vez lo justo para ponerle en contacto con Javi, que lo saco de allí, lo a atendido durante todo este tiempo y finalmente lo acoge en su casa… Entre la barbarie ocurren cosas maravillosas.
No sé si lloro porque envejezco o a caso hay motivo para ello, se me mezclan los llantos de emoción y de dolor.