Recibo multitud de felicitaciones de navidad por correo electrónico -las más- y otras a la vieja usanza, por correo ordinario -las menos-. Todas, sinceramente son de agradecer. Yo también las he enviado en muchas ocasiones. Este año no. No doy más de sí. Si alguien que me escribió se pasea por esta ventana se sienta saludado y felicitado por este vecino y amigo que quiere ser.
Los sentimientos navideños, como todo sentimiento, son muy libres de expresar y significar cosas y experiencias variopintas. Todas legitimas, pero algunas vergonzantes para mi. Desde el cegador alcalde de la capital y su cohorte de concejales y aduladores -que ha inundado el centro madrileño de luminarias, volviéndose a olvidar que en la cañada las calles y caminos siguen a oscuras-, hasta cierta administración publica administradora de la privación de libertad que envía un calendario con fotos antiguas muy monas de los presidios franquistas, mientras que parece olvidar que hay multitud de presos que no tienen siquiera para comprarse unas gafas, acceder a un libro o poder enviar una carta a su familia por falta de sobre y sello.
Pero en medio de estos desatinos navideños -y muchos otros que preferimos olvidar- la vida se complace con este trasto que soy, poniéndome ante los ojos experiencias navideñas de esas que, efectivamente, hinchan el corazón, templan los malos humos y abren las entrañas a la esperanza.
A primerita hora de la mañana con el rocío escarchado aún cayendo por nuestro barrio el mayor de la casa se levanta y marcha, como el papa noel de las películas -gordo y bonachón-, a buscar unos abuelos que tienen que recoger a sus nietos, hijos tutelados por la Comunidad de Madrid de la última muchacha que hemos enterrado, apenas hace un mes. Que lección de dignidad y corresponsabilidad tan grande. De los infiernos del alcohol y la calle, es capaz de revertir su propia historia personal ocupándose y preocupándose de que estos abuelitos ecuatorianos puedan encontrase con sus nietos tutelados. Como los reyes en busca del pesebre, así se siguen encontrando estrellas que calladamente iluminan vidas e historias personales muy traspasadas de dolor y desesperanza.
Y a media mañana, cuando los rayos del sol parecen ya entonar las casas aireadas y limpias, aparece nuestro incansable Jorge, que sin caballo ni lanza sigue perennemente dispuesto a dar batalla al dragón feroz que continuamente convive con los más pequeños del gallinero. Tres pequeños a quienes pretende ofrecer un día entrañable visitando el centro de la capital, comiendo en una casa normal -viven en chabolas-, asistiendo al último estreno de cine infantil para volver a su oscuro poblado tras haberse dejado deslumbrar por la luminotecnia municipal. Estos tres pequeños, como los reyes de oriente, que necesitan del amigo incansable que como los pastores anunciadores está dispuesto a dejarse abrazar por la caricia y el cariño de estos pequeños reyes.
Y me surge la esperanza. Esto sí que es Navidad. Y canto el villancico "... que ya son las doce y dios va a llegar"
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
No soporto el anuncio de turrón en el que se canta "vuelve a casa, vuelve, por Navidad" desde que de jovencita comencé a ir a visitar a presos en las cárceles; ni desde que muchos de nuestros chicos, amigos, hermanos, estaban en centros intentando dejar la droga, o el alcohol, y no podian volver a casa....Ni desde que nos faltaban los que ya no iban a volver jamás.... Pero hay estampas navideñas que me llenan,que nos abrigan el corazón y nos dan fuerzas para seguir: ese Papá Noel del que nos hablas, generoso, divertido, y capaz de salir a flote demostrando que nos merece la pena esperar, que estar con tanta gente con problemas, aunque a veces te desesperen,da fruto...Que hay ángeles que anuncian la Buena Nueva sin desfallecer, que dedican su tiempo a que algunos pequeños puedan sonreir....Y esos que tienen sus posadas abiertas, siempre con sitio para los Jesuses que nos llegan en vientres preñados de tanta amargura..... Por demostrarme que sí hay otra Navidad distinta a la convencional, doy las gracias a todos ellos.
ResponderEliminarY a tí, Javier, te felicito las fiestas desde aqui, porque tú eres de los que tienes tu posada abierta, con la chimenea y la mesa dispuestas, porque tu corazón está abierto y lleno de rinconcitos de amor......
¡Feliz conmemoración de la llegada de un Jesús Liberador!