No comparto ese empeño agorero que algunos continuamente lanzan sobre la familia y lo que esta significa. Ayer mismo, sin ir más lejos y recompuesto de una resaca profunda de satisfacción, celebré con mis más de 20 primos y primas la cena -hace más de cinco años habitual- de Navidad.
Con uno de los primos mayores comentaba la expectación que entre algunos de nuestros respectivos amigos y en diferentes ambientes supone juntarse a cenar los los primos, con la familia. Es curioso, coincidíamos, que lo que para nosotros es un encuentro gustoso, fraterno y esperando, llama la atención en otras personas como situación de excepcionalidad. Sinceramente, estos últimos, me dan pena. Esto de la familia, y tan amplia como la nuestra, es tan enriquecedor...
Claro que somos diferentes y afortunadamente muy diferentes. Sin embargo la capacidad de mantener esta vinculación es posible gracias al empeño en no buscar lo que nos pudiera dividir, distanciar e incluso enfrentar. Sin que esto anterior presuponga que los encuentros son superficiales, frívolos o estériles. !!Que va¡¡.
Reconocer la diferencia y hacer de esta no un problema u obstáculo cuanto un motivo de acrecentar el acercamiento y el achuchón, es una de las razones -a mi entender y sin haberlo comentado con ninguno de los primos y primas- que hacen estar deseando esta cena cuya excusa es la proximidad navideña.
Recordar a los que ya partieron, contemplar cómo aquel cuya vida anduvo descarriado se dedica ahora, precisamente, a encarrilar las aguas de las casas... como quien trabaja de portero sigue empeñado en hacernos cantar, aunque desafinemos y su dirección de orquesta no acabe de ser satisfactoria... y aquella que no tiene reparo alguno en adueñarse del micrófono para animar y alentar el baile... o quien desde su negación al baile sigue registrando lo acontecido en fotos y películas....
Todos, cada uno y cada una desde nuestra peculiar forma de ser, somos capaces de profundizar en esa vinculación aguda y perenne de sentirnos familia y necesitar estos encuentros. Así, será posible que aquellos agoreros sigan sin vencer las vinculaciones familiares que existan y que nosotros, en nuestro caso y a nuestro modo, tanto disfrutamos.
Como dice, año tras año, el primo encargado del brindis inicial de la cena esperemos que nuestros hijos y los nietos de los hijos puedan seguir recordando con orgullo y dignidad que su cariño, amistad y fraternidad la deben, como nosotros, a los ancestros de nuestros mayores que pusieron la semilla inicial de esta familia.
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario