lunes, 26 de octubre de 2009

Inmigrantes: humanos...

Hemos asistido, durante este fin de semana, a la oportunidad de acoger, cuidar y acompañar al grupo de más de 40 personas que desde el pasado mes de Septiembre han caminado hasta Madrid con el objeto de mostrar públicamente su rechazo a la política de extranjería que los diputados españoles -con honrosas excepciones- están diseñando y que será plasmada, me temo, en la aireada reforma de dicha ley que el Gobierno presentará.
Una vez más es atronador el sentimiento de solidaridad desplegado por esas personas anónimas -bien conocidas por muchos de nosotros- que sin grandes discursos, recursos ni miramientos se ponen manos a la obra y preparan comida, adecuan espacios para dormir y salen "gritonas" a la terraza de San Carlos Borromeo para recibir con júbilo a los marchantes que llegaban, el sábado, al atardecer.
Es estremecedor conocer, de primera mano, las historias personales, familiares y colectivas de quienes habían recorrido más de 620 kilómetros a pié con el fin de visibilizar su situación. No sólo la personal, cuanto la estructura político y económica que aterra y encierra tantas esperanzas y proyectos personales. De hecho, entre los marchantes - nunca menos de 40 en el mes de duración- no sólo hay parados. Alecciona la historia de un joven pakistaní emprendedor, que con más de diez años en España ha montado dos restaurantes de comida típica y ha alimentado durante gran parte de la marcha a sus compañeros "andantes". O ese otro joven nicaragüense que, trabajador en una empresa, disfruta su mes de vacaciones emprendiendo la marcha junto a sus compañeros. Cuentan y cuentan sin parar.
Ellos refieren como "tremendamente transformadora" la experiencia de la caminada juntos a otros compañeros. Nosotros advertimos como "tremendamente esperanzadora" la oportunidad que nos brindad de acogerles, de tenerles en medio de nosotros y aprender de sus vivencias e historias personales. Sólo en encuentro con el otro nos hace capaces de ir rescatando lo mejor de uno mismo.
Así llegó el domingo en la mañana. La parroquia atestada de gente. Tres autobuses venidos desde Cataluña. La bodega asaltada solidariamente en un desayuno comunitario y preparatorio de la marcha hasta el Museo Reina Sofia. El cansancio de los marchantes, haciendo pareja con la emoción de los que nos agregamos, nos pone en camino hacia legazpi. Recorrido rápido y traspasado de mucha solidaridad que despierta el atasco que vamos formando por la avenida de entrevías, y que algunos conductores expresan haciendo sonar sus claxon y animando a voz en grito por las ventanas.
La llegada a Legazpi parece sucumbir en los anhelos de aquella salida que ya queda lejana del pasado 23 de Septiembre en Cataluña. Cuantos encuentros, experiencias, sufrimientos han acumulado estas marchantes que advertir la cercanía de la plaza, donde se concentran ya unos centenares de ciudadanos solidarios, hacen que alguna lágrima se derrame por el curtido rostro de quienes llevan más de 600 kilómetros bajo sus pies.
En tono de fiesta y alegría, la misma que aparentan las colores de las diferentes banderas que han ido sumándose a esta iniciativa, hacen que la subida por la calle Delicias parezca más una carrera que una tranquila marcha reivindicativa. Y ahí estaban, esplendorosos sabiéndose sujetos de un momento histórico -quizás irrepetible- pero que al menos a ellos , y a quienes hemos tenido la suerte de participar, aunque sea en el tramo final, nos hace sospechar que más allá de la aprobación de una ley injusta e inhumana que un gobierno que se dice de izquierdas quiera aprobar, el encuentro entre personas es capaz de hacer saltar rejas, puertas, muros, fronteras y distancias por altos que sean los primeros y lejanas que parezcan las últimas.

1 comentario:

  1. Pensando en la pasión con la que escribes, la que solo proviene de aquel que vibra con lo que cuenta, pensaba ¿Y por qué este hombre no escribe todas las semanas en un periódico, o mejor todos los días?
    En ese momento me vino una frase a la cabeza: No es la miel para la boca del burro.

    Gracias por hacerme partícipe de tus vivencias

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