Algo que señalaban ayer en el acto, en el teatro del Barrio, “Huella colonial. La Colombia desterrada por las multinacionales españolas” era la necesidad, aquí y allá de hacer cuerpo, de defendernos de todos aquellos ataques y victimarios que, grandes o pequeños, atentan contra la dignidad de las personas y los pueblos.
Se presentó un adelanto sobre la vida de Adil Meléndez, abogado y Defensor de Derechos Humanos. Derechos humanos enraizados en la idiosincrasia y peculiaridades de distintas zonas de Colombia. Vida la de este gran -física y espiritualmente hablando- abogado colombiano.
Su trabajo está traspasado por la
violencia que sigue, de manera más callada, viviendo la gente sencilla de las
zonas más alejadas del poder y la centralidad de Colombia. Y entre quien detenta
esas violencias: la empresa española Aguas de Barcelona. La lucha de Adil y sus
vecinas ha hecho que, además de tener que vivir con escolta, sea un referente contra
las políticas extractivistas que desolan poblaciones y empobrecen, más aún, a
quien esas regiones colombianas habitan.
No sólo escucharle fue un privilegio. Conocer esa realidad que difícilmente se deja asomar en los medios de comunicación españoles, fue una ocasión para que la solidaridad entre pueblos y ciudadanos crezca acuerpándose.
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