jueves, 22 de enero de 2015

Chinydere

playa del Tarajal
Ha comenzado el año hace ya varios días. Sin embargo hay realidades, de las que estoy muy cerca, que no han sufrido grandes transformaciones. Pareciera que el reloj que marca los segundos de diferencia entre un año y otro, se han quedado petrificados, inmovilizados.
Acaba de llamarme ese ángel de la solidaridad que habita los arrabales de este mundo en Tánger: Helena Maleno.
Está en la celebración del funeral de la muchacha cuyo nombre da título a este desahogo. Esa mujer, desconocida para todos, es una víctima más del tinglado montado en nombre de la democracia por gobiernos títeres del capitalismo inhumano y depredador en que vivimos. Las fronteras han cobrado tal notoriedad que las vallas y el estrecho, y lo que ocurre en ellas, cada vez son más habituales, aunque pudieran volvernos indoloros.
No entiendo de política internacional, poco de la cercana. Lo que sí tengo claro, cada vez más evidente en mi trasiego vital, es que no podemos seguir desafiando la vida de los empobrecidos obstaculizándoles, de mil modos y maneras, la existencia.
Chinydere, como tantos otros asesinados por la voluntad del depredador primer mundo, no puede seguir siendo un "muerto más" en la memoria de quienes pretendemos, desde lo pequeño y doméstico, que ellos: los ninguneados sin nombre y sin historia ocupen nuestro corazón.


En recuerdo de Chinydere y con cariño a Helena

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