jueves, 21 de marzo de 2013

... Marta

Esta mañana, cuando los meteorólogos marcaron la hora exacta con sus minutos en la que entraba la primavera, a la misma hora con unos minutos mucho más compungidos, enterrábamos a Marta, bebita de cinco meses del poblado gitano rumano del Gallinero.
Desde que nació su vida ha sido todo un calvario. Familia pobre, enfermedad congénita, muerte prematura.
A la misma hora que, por decreto, parecía que tenían que abrirse las flores, brotar los tallos y emerger el verde césped .. a esa misma hora una joven madre -traspasada de dolor sin consuelo- espetaba "... Javier ¿dónde está el dios?". El sudor es capaz de ahogar las emociones. La torpeza de no encontrar respuesta busca refugio en un tímido padrenuestro. Los gemidos sólo hacen amortiguar ese grito de impotencia e incomprensión que todos los presentes quisiéramos lanzar.
Que locura tan paradójica: mientras entra la primavera, la vida de la pequeña queda enterrada para siempre. La muerte y la vida que, en los pobres, siempre se presenta de forma extenuante y abrupta. El almendro floreciendo y la vida despidiendo.
Cuánto es capaz de sufrir el ser humano. A la pobreza y la miseria se suma la pérdida de una hija. Pareciera como si el dolor se ensañase con quien más sufre. En plena efervescencia primaveral la vida incipiente finaliza.
Los gritos desgarradores de su madre, buenas horas después, siguen atronando mis torpes oídos. "...Marta, que estás fría" acierta a exclamar en torpe castellano la madre atravesada. La primavera que nos acerca el sol, que despierta la vida, que alienta lo escondido no alcanza ese cuerpo inerte de la pequeña fallecida.
Carmiña, madre atravesada y ejemplo viviente de solidaridad y cariño, me explica: "ahora entiendo la iconografía de la virgen maría atravesada por puñales que veremos esta semana santa... esta mujer, joven y dolorida, está ahora mismo atravesada de dolor inconsolable".
Acabo el día y no sé si soy capaz de responder la pregunta que me hizo. Seguramente es que "el dios", está llorando junto a ella ante semejante desolación.

3 comentarios:

  1. Las lágrimas son incontrolables al leer el blog de hoy, madre mía, no lo quiero ni pensar, qué tristeza tan grande, hace poco hablaba con una amiga, que seguramente es de las cosas que no se pueden superar, la muerte de un hijo, que con suerte se podrá aprender a vivir con ello, qué dolor enorme. No es casualidad, más bien causalidad, la pobreza golpea muy duro a las familias.
    Mi abrazo para la familia con el deseo profundo de que puedan seguir adelante

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  2. De nuevo, la vida y la muerte confunden sus fronteras...
    Un abrazo grande, Javier...

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  3. Me recuerda tanto a lo vivido con la niña de una amiga enterrada con solo mes y medio hace unas semanas...
    Yo recuerdo ese entierro como una de las experiencias más duras de mi vida, con esos padres totalmente desgarrados, intentando sujetarse mutuamente, la impresión del mini-ataud blanco, y mi experiencia de vacío, sin nada que poder decir para consolar en esos momentos.
    También yo me interpelaba aquel día acerca de ese Dios que a todas luces, en ese momento, podíamos pensar totalmente desaparecido. Y llegaba a la misma convicción. Dios llorando con ellos, a su lado, igual de dolorido.

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