domingo, 12 de abril de 2009

La ausencia muy presente

Como las mujeres del relato evangélico de hoy, según cuenta Juan, muchas veces nos quieren ocultar aquello que nos remite a la lucha, al compromiso, a la solidaridad. Igual que la amiga Magdalena, pensamos que no existen aquellos que han dado su vida por la causa de la VIDA.

Sin embargo, en ese ocultamiento vuelve a resplandecer, más claro si cabe, el rostro de aquellos que han sido testigos de la Resurrección.

Como no se pudo ocultar el escándalo de una ejecución arbitraria e injusta como la cometida con el Jesús histórico, tampoco se puede evadir la llamada que la Resurrección provoca en las personas.

Ese grito sonoro, trascendente, pacífico de Dios invitando a todo ser humano “de buena voluntad” a seguir el camino. Y como los de Emaús, seguir en el camino con las brasas del compartir y la entrega siempre vivas.

Resucitar a Jesús es el mayor pacto de amor de Dios con la humanidad. Resucitar es “exaltar” lo humano. Nada se puede imponer, nos quiere decir la resurrección, a la vida de los hombres y mujeres. Ni siquiera la muerte. Entonces ¿cómo permitir que haya algo más sublime que lo humano?

Esta resurrección que experimentamos en tantos chavales que “salen” de las garras de la droga; en tantas madres que “dejan” atrás tanto sometimiento; en tantos niños y niñas que se “rebelan” contra un sistema educativo carcelario; en esos pequeños cuerpos que se meten bajo un camión y “saltan” a nuestras costas esperando comer y vivir; en tantos estudiantes, parados, vagabundos errantes que alzan la voz contra su ninguneo….

Esta mañana de domingo me siento como esas marías que llegaron al sepulcro y no encontraron el cuerpo de Jesús. Las carreras de los discípulos nos invitan a tirarnos a la calle y ahí, en esos espacios actuales de infierno, descubrir las vendas de la muerte tiradas por los suelos. Como los chavales de la calle cuando se imponen a la muerte viviendo sin cesar, siendo los mismos, no son los de antes.

Tenemos que ir continuamente al "sepulcro" para, desde ahí, salir a encontrarnos en la calle, donde se cuece la vida de los pequeños y de los pobres.

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