domingo, 5 de abril de 2009

Eloí, Eloí, lamá sabktaní


Otra vez escucharemos, este domingo, ese atronador grito de "un tal Jesús" que trasciende confesiones, ideologías y el mismísimo tiempo.
Sigue siendo un grito que desentumece todas nuestras burguesías y comodidades latentes.
Es el grito que hoy siguen vociferando multitud de ciudadanos de este mundo. Un grito de rebeldía, desesperación o lucha que, en cualquier caso, no puede dejarnos indiferentes.
Si durante muchos años nos hablaron de la cruz, donde parece ser Jesús emitió este desgarrador grito, como el lugar de nuestra salvación, hoy no podemos quedarnos tranquilos con semejante explicación. La cruz es para los creyentes no el lugar de llegada, cuanto de confirmación. Es en la cruz donde aseguramos está la explicación y el sentido de la vida de Jesús. Pero no por acabar en la cruz -como se nos explicó- sino porque ésta se convierte en el reflejo de la iniquidad del genero humano y así mismo, en la expresión elocuente de la vida de Jesús. Este hombre, en su coherencia y compromiso con los "nadies", fue llevado al patíbulo de la cruz porque su misma existencia era escándalo para todos. Eso es, fue su existir el creador de vida, sentido y esperanza.
Así, este grito con el que titulamos el post, resuena en nuestra vida como aclamación final del absurdo, cuando como rebeldía frente a todos aquellos personajillos y circunstancias que provocan que muchos inocentes sigan muriendo por la opulencia de unos pocos.
Esa opulencia que lleva a guardar silencio ante ese régimen fascistoide que se está introduciendo en la vieja Europa por sus botas. Autobuses para nacionales e inmigrantes separados. Esa opulencia que confunde, aquí mismo en nuestro Madrid, la oferta de recursos sociales con la instauración de un sistema parapolicial entre las familias que viven en chabolas. Sivres se llama este nuevo invento. Esa opulencia que favorece la multiplicación infinita de prisiones para niños y niñas, curiosamente, por ser menores y comportarse como tales.
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Este grito que hoy proclamaremos será de desesperación si lo confirmamos no haciendo nada por los pobres y pequeños; o bien será un grito de ánimo, lucha y resistencia si comprometiéndonos desde abajo, desde los infiernos de la historia, lo transformamos: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué nos hemos abandonado?"
El grito de la cruz hoy no puede ensordecer nuestra corresponsabilidad con la marcha de nuestro mundo. Escuchar hoy este grito desde la cruz tiene que llevarnos a poner nombre, rostro e historia a todos los crucificados que, lo son, a nuestro alrededor.

2 comentarios:

  1. Gracias por hacernos partícipes de la palabra de Dios.

    Y a pleno pulmón yo grito: Dios mio, Dios mio ¿Por qué me has abandonado? Porque los que gritamos estamos anclados en la cruz que es el lugar de la salvación, porque desde la cruz sé que después (a su imagen y semejanza) me espera el descando.

    Si, con cada injusticia me siento abandonada, siento el abandono de los nadie (de los únicos), y con ellos yo también soy nadie, porque desde mi lugar su cruz es mi cruz, y que así sea....

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  2. Quizás mentalizada por lo que hablabamos ayer en la parroquia, y viendo hoy fotos actuales, me saltaban a la vista montones de cruces en ellas: una patera llena a rebosar de personas, con un mástil en medio, al que se agarran algunos de los emigrantes que tratan de llegar a nuestra orilla; un autobus de subsaharianos abandonados a su suerte en medio del desierto, cuyas ventanillas se enmarcan en forma de cruz;
    un policia en Ceuta pegando en la espalda con su porra a otro emigrante en el patio de un centro y que componen exactamente una cruz en ese momento; un pequeño desnutrido, levantado por su madre en brazos, e incluso algunas muy recientes, de ahora, del terremoto de Italia.
    Seria angustioso, lo siento asi, si no fuera porque pienso en que, en aquellos tiempos de Jesús, morir en la cruz era la forma mas denigrante de todas, la destinada a los fuera de la ley, a los esclavos y marginados. Y que él se posiciona de esa forma con los excluidos, toma partido de nuevo y nos enseña el camino. Por eso, con Ernesto Cardenal, recito este poema que el compuso y que me devuelve el sosiego:
    " ¿Por Qué Me Has Abandonado?
    Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
    Soy una caricatura de hombre,
    ……el desprecio del pueblo;
    Se burlan de mí en todos los periódicos;
    Me rodean los tanques blindados,
    estoy apuntado por las ametralladoras
    y cercado de alambradas,
    las alambradas electrizadas.
    Todo el día me pasan lista
    Me tatuaron un número
    Me han fotografiado entre las alambradas
    y se pueden contar como en una radiografía todos mis huesos.
    Me han quitado toda identificación.
    Me han llevado desnudo a la cámara de gas
    y se repartieron mis ropas y mis zapatos.
    Grito pidiendo morfina y nadie me oye;
    grito con la camisa de fuerza,
    grito toda la noche en el asilo de enfermos mentales,
    en la sala de enfermos incurables,
    en el ala de enfermos contagiosos
    en el asilo de ancianos
    agonizo bañado de sudor en la clínica del psiquiatra
    me ahogo en la cámara de oxígeno
    lloro en la estación de policía
    en el patio del presidio,
    en la cámara de torturas, en el orfelinato.
    Estoy contaminado de radioactividad y nadie se me acerca para no contagiarse.
    Pero yo podré hablar de ti a mis hermanos,
    Te ensalzaré en la reunión de nuestro pueblo.
    Resonarán mis himnos en medio de un gran pueblo,
    Los pobres tendrán un banquete,
    Nuestro pueblo celebrará una gran fiesta:
    El pueblo nuevo que va a nacer."
    (salmo 21) de Ernesto Cardenal.
    Os deseo Felices Pascuas. Toñi.

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