Con cariño a esa pareja amiga y vecina..
Acabo de salir de visitar a una “nueva” amiga… Hace poco más
de cinco años, al enviudar de su marido, la conocí. No sólo a ella, también a
otras amistades que, en este breve tiempo, llenan mi corazón de agradecimiento y
mi cabeza de sabiduría…
Pues resulta que el maldito cáncer -cuya palabra no se ha nombrado en ningún
momento de la visita- no sólo ha aparecido, sino que, además, ha embargado todo
su cuerpo.
Como mujer sabia y profunda ha renunciado a posible tratamiento. Sobre todo,
porque este, ni tan siquiera los galenos recomendaban ya.
No tiene sufrimiento, más allá de esta inapropiada visita que la ha embargado. Sin embargo, aún en sus facultades, ha decidido solicitar la eutanasia. Esa palabra plagada de contradicciones, juicios morales y voluntades no siempre respetadas. Como en tantas circunstancias de la vida, los protocolos y burrocracia se encargan de que este proceso sea lento, tedioso y -como han advertido los médicos por los plazos previstos- seguramente el final llegará antes que el cumplimiento de su voluntad.
Sin embargo, lo que me trae aquí ahora es su paz. Una mujer religiosamente creyente, profunda y esperanzada que me decía -y lo ha reiterado en distintos momentos- estoy “esperando la Vida eterna”. Dice “curioso, ahora creo y cada vez más en ella”. No lee -es catedrática de literatura-, no escucha música, no pinta -su afición preferida y ejercida durante muchos años…- simplemente, me dice, “espera la vida Eterna”.
¿Por qué me dará la muerte -habitualmente- más miedo e incertidumbre que la vida? Esperaba encontrar a una mujer postrada en la cama, angustiada, llorosa y con miedo… y que va¡¡. Encontré una mujer entera, esperanzada y segura de lo que espera… Que tranquilidad muestran sus ojos, el semblante sereno de su mirada y la caricia prodigada (quizás la primera desde que nos conocemos) sobre mi mano, que sólo la sobresalta la diferencia de temperatura entre la suya y la mía recién llegado de la calle en esta mañana fría.
Nos movemos entre conceptos, muchas veces excusas para no ir a lo fundamental. Lo terminal, la eutanasia, lo paliativo… se transforman en paz cuando quien habita en ello lo vive como esta mujer. Que lección!!!
“Esperar la vida eterna” no es un recurso pietista y ñoño ante lo inevitable. Al contrario, es asumir -en una batalla perdida- que la esperanza en mi vida no la marcará el terrible final, ni los tratamientos encarnizados, ni las creencias habidas o tenidas por uno u otros. “Esperar la Vida eterna” es la certeza de sabernos esperados por ese Dios Madre y Padre que nos achucha, que se estremece con nuestro encuentro y nos lleva a la plenitud de la existencia. Y eso, como a esta amiga la llena de Paz y Serenidad, a mí me ha llenado de Confianza.
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