Vuelvo a leer la palabra que titula este desahogo.
Hacía mucho tiempo, desde aquel 2006, en que el vicario de Vallecas
de entonces me admonitó (¿amenazó?) con que nuestro templo de San Carlos
Borromeo quedaría "desacralizado" si seguíamos en el empeño de celebrar
la fiesta popular de los carnavales. Fiesta que lógicamente celebramos.
Desde entonces la de acontecimientos que hemos vivido en ese espacio
desacralizado. Muchas veces lo he pensado. Cómo se puede, teniendo el Evangelio
en nuestro horizonte, hablar de espacios sagrados. Sólo es sagrada la Naturaleza
y quienes la habitamos. En estos tiempos, por ahí ha pasado de todo y todo tipo
de personas. Eso sí, teniendo un lugar especial y destacado nuestras celebraciones
dominicales en torno a la mesa del Señor Jesús.
Es un espacio físico, el de San Carlos Borromeo, pequeño y precario. Y en él,
sin embargo, acontece mucha Vida. Esta misma mañana convivían los arqueólogos
que están excavando junto al templo y sus colegas fotógrafos documentando lo
hallado, con las clases de español para migrantes, con la acogida social en los
despachos y revoloteando sobre todo, dos familias acogidas que la Administración
pública mantiene en la calle al no darles albergue y ser una obra titánica conseguir
cita para formalizar la solicitud de Asilo.
Es por esto que generosamente se han bajado al espacio "desacralizado"
donde duermen, hacen deberes los pequeños y hoy han tenido que comer, a los
pies del Palestino, porque no había otro sitio libre.
Y me vino aquella admonición del vicario. Y como han pasado los años y ya está viejito y no le guardo rencor, he pensado: ¡que cosa más sagrada que dos familias que “no tienen donde reclinar la cabeza” compartan la comida a los pies del crucificado!. Y creo que este es el ágape del que nos habló el tal Jesús…
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