El título que da nombre a esta entrada podría ser lo normal en el encuentro entre personas: "me llamo...". Pero además es el título de un libro escrito por el periodista -y amigo- Nicolás Castellano donde narra las peripecias de una familia de Costa de Marfil cuyo empeño por estar unida acaba convirtiéndose en la paradoja del "fracaso de Europa", en palabras del poeta Benjamín de Prado, también presente en el acto.
Ayer tarde se presentó el libro "Me llamo Adou", publicado en la editorial Planeta, en San Carlos Borromeo. Cerca de un centenar de personas nos dimos cita con el fin de conocer la historia que tan bien narra el periodista Nicolás. Pero no sólo esta historia, dicha presentación era la excusa para reflexionar juntos sobre las actuales leyes de extranjería y asilo que, como señaló Nicolás:"actualmente son máquinas de producir sufrimiento".
Aquella imagen que dio la vuelta al mundo del "niño de la maleta", como otros iconos fotográficos: la niña desnuda tras el napalm, el pequeño cadáver de Aylan... han contribuido, como señaló Benjamín de Prado, a "exceder la información que nos llega y a embrutecernos más que a sensibilizarnos". Esta "piedad fugaz" en la que vivimos, como lúcidamente señala Luis García Montero en el prólogo del libro, puede acabar afianzando el neoliberalismo que en este caso, y recordaba Benjamin de Prado, supondrá que "cada uno tendrá los derechos que se pueda pagar".
Sin embargo también dicha paradoja del "fracaso de Europa" es toda una invitación al quehacer periodístico y al cambio de mirada respecto a la vida en general. La maleta supone estar en salida, en palabras del propio Papa Francisco. Estar dispuesto a acercarse a la realidad. Como periodista -y es una de las claves fundamentales del trabajo profesional de Nicolás- no esperar que los acontecimientos lleguen a la mesa de redacción, al teletipo o a través de un twiter. Solo el acercamiento al otro posibilitará la verdad. No sólo el conocimiento de lo que vemos, sino la verdad de lo que entraña. De ahí que el escáner sería la parábola necesaria del hecho de acercarnos, conocer para desentrañar lo que esa realidad nos presenta y contarla, como hace Nicolás, para que el efecto que produzca en sus lectores sea la indignación que nos lleve a las preguntas. Desvelar cuáles son las leyes y protagonistas que impidieron, y aún hoy, impiden que esta familia esté junta. Ese es uno de los efectos fundamentales, a mi parecer, del buen periodismo actual y de este libro en particular.El acto, como siempre acaban las cosas importantes, finalizó compartiendo la mesa que tan ricamente habían preparado Arturo, Barry y el mismo Aboubakar.
Y como en tantas ocasiones en nuestra vida, ocurrió el milagro. Resulta que unos de los jóvenes con quien comparto ahora la vida en casa, Aboubakar, fué el compañero de habitación del pequeño Adou cuando le llevaron, en Ceuta, al centro de protección de menores. Este joven contó pequeños detalles de la vida de Adou en el centro, su empeño en afirmar que su padre vendría esta tarde a buscarle, su silencio sobre cómo había llegado a Ceuta o su sonrisa continua respecto a todo lo que a su alrededor acontecía. Relato de Aboubakar que no sólo emocionó y enterneció el acto, sino que -espero- provoco que muchos de los presentes se empeñasen no sólo con conocer la realidad sino saber la verdad.
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
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