Hace ya cerca de once años que estoy como cura en San Carlos Borromeo en Entrevías. Vinculado a ellos desde finales de los 80. Parroquia, templo, espacio liberado, lugar de referencia, casa construida, centro pastoral... son algunos de los adjetivos que han ido jalonando dicho lugar desde hace mucho tiempo. No siendo excluyente el reconocimiento que unos u otros hagan de San Carlos, lo interesante es que ahí residen los referentes de muchas personas. Significativamente del mundo de la exclusión (parados, yonkis, migrantes, putas, menores, desahuciados...) pero también -por ello la característica de tener siempre las puertas abiertas- personas del cine, políticos, dramaturgos, dibujantes, economistas, universitarios, empresarios, médicos, ingenieros, teólogos y, seguro, hasta algún rico económico puebla su amplia familia. Que el espacio sea de los primeros y quepamos estos últimos es un aspecto fundamental de San Carlos Borromeo.
En estos privilegiados once años de camino compartido han sido muchos los momentos intensos que hemos vivido. Desde la despedida de algún joven víctima del SIDA, las drogas o la cárcel; hasta la celebración del amor entre personas que se quieren (más allá del sexo de ambos), alumbramientos esperados y memoria -mucha memoria- de aquellos que siguen siendo asesinados por este sistema económico impuesto por los ricos del momento. Nuestro recuerdo pasa necesariamente, domingo a domingo, por los asesinados en la frontera Sur cada vez más fortificada y menos humanizada.
Intentar visualizar qué se hace en San Carlos es harto difícil. La vida no admite muchas conceptualizaciones, programas o perfiles desde los que situarse. Es igual de complejo intentar definir qué hacemos como diseñar alguna actividad para esas buenas gentes que aparecen pretendiendo "echar una mano" siendo voluntario.
Una de las mentes más lúcidas y claras que he conocido, precisamente aquí en San Carlos, siempre nos advierte que "nosotros no hacemos nada por los pobres. Si acaso, intentar vivir cerquita de ellos, y siempre con ellos". Por eso pretender colaborar en San Carlos en militar en todas aquellas causas que aspiren a la solidaridad, luchen por la justicia y se empeñen en tener fe, profunda fe, en el Ser humano. Desde estas claves nos podemos sentir en San Carlos Borromeo. Da igual la ideología, el lugar de nacimiento, las raíces vitales, la cultura o la religión que se profese. Si en el centro de nuestra militancia está la mujer y el hombre, el SER HUMANO, podemos caminar juntos. Desde nuestras diferencias y peculiaridades, pero sabiéndonos artífices de ese otro mundo posible y accesible.
Si bien la fe que nos vincula no es la religiosa, esta no deja de ser un motor fundamental y fundante en nuestra vida para muchos de quienes formamos esta atípica familia. La figura de Jesús, más allá de su liderazgo en la vida de muchos de nosotros, es la experiencia de un Dios que nos convida a la mesa de la fiesta, el encuentro y la Resurrección. Entendida esta no como un dogma al que atender, cuanto la experiencia humana más radical de negación de aquello que nos limita, esteriliza e impide amar.
Así el evangelio que leeremos hoy nos urge: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Este es el reto de San Carlos Borromeo en entrevías hoy. Como comprenderás, a nivel personal, es todo un privilegio estar aquí.
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