sábado, 5 de julio de 2014

¿empatía judicial o mala educación colectiva?

Ayer tuve la oportunidad de acompañar a un muchacho de casa al acto "solemne e importante" (como nos advirtió su señoría) de jurar fidelidad al Rey y cumplir la Constitución.
Más allá del espectáculo nada cuidado del acto en sí: sala abarrotada de jurantes donde se mezclaba la vergüenza por no saber leer bien en castellano con los nervios de subir al estrado ante aquel imponente señor revestido de negro con puñetas y tan poco empático.
Siempre he pensado en la independencia de la vida civil y religiosa en la celebración de momentos importantes de los ciudadanos. Y muchas veces sucumbo al desaliento respecto a lo poco y mal que la sociedad civil cuida y trata los momentos de la vida de los ciudadanos. quizás de algunos. Estos algunos, ayer precisamente, entrarían en esa categoría de no-cuidados al ser todos extranjeros que pasarían a convertirse en españoles. (ADENDA: lo cual hace pensar que las fronteras y nacionalidades son una enorme estupidez, pues se puede formalmente renunciar y cambiar de ellas cuando convenga y sea oportuno...)
firma la nacionalidad, de pie, y achuchado
 por otra persona que viene detrás...
El grupo a juramentar superaba las 30 personas con sus respectivos acompañantes (algunos como nosotros un poco gregarios y por ello más numeroso). El tono de su señoría al explicar el acto, al prevenir los posibles mal comportamientos: hablar entre los presentes, al requerir la recitación de la fórmula de juramento, o firmar mecánicamente los expedientes (que esto es lo importante -dijo su señoría- no el papeleo previo ni requerir el dni español en dependencias policiales posteriormente)... hicieron que la tensión e indignación recorrieran todo mi cuerpo durante el acto.
¿No se pueden hacer las cosas de otra manera? ¿la importancia del acto no debería hacer que la individualización del momento significase, precisamente, esa importancia? ¿cuántas historias de desarraigo, dolor, esfuerzo, valentía, coraje... se concentraban en aquel grupo de más de 30 personas a juramentar que con una simple mecánica ritual daba por superado todo lo vivido hasta llegar a él? ¿seríamos capaces de aguantar con el mismo estoicismo un panorama semejante en la consulta del médico escuchando las dolencias y malestares de cada uno que pasásemos por la consulta? ¿porqué ajenos a mi vida tienen que escuchar mi tensión al preguntarme su señoría -pongase voz grave y lejana- "sabe que en este acto renuncia usted a su nacionalidad"? ¿no atenta a la privacidad que mis nervios o desconocimiento requiera el auxilio del señor de las puñetas para repetirme la fórmula de juramento y que, como buen repetidor, torpemente reitere dicha formula?
Las personas y colectivos expresamos lo fundamental de cada uno de formas diversas y, generalmente, en el universo simbólico (no tenemos más que echar la vista dos semanas a tras y recordar la liturgia y ritual utilizado para la coronación real) por lo que acontecimientos individuales y colectivos tan solemnes como el de ayer, no pueden supeditarse al ritualismo vacuo como el vivido ayer en el Registro Civil de Madrid.

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