Inmediatamente apareció la palabra perdón, que da título a este blog. Es verdad que es una palabra reiterada en muchas de nuestras celebraciones. ¿hay que perdonar? ¿hasta cuando el perdón? ¿qué significa? ¿qué conlleva? ¿a quién o quienes vincula?... infinidad de preguntas que a un buen estudioso de la antropología, seguro, le harían crepitar muchas de sus investigaciones.
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Como la hoja en blanco de la fotografía de la pequeña, sin estereotipos, ni dogmatismos y excesivas ideas pre-formuladas o preconcebidas, van surgiendo todo un rosario de razones para el perdón. No sólo respecto a la realidad -afortunada y esperanzada- del fin violento proclamado por ETA, sino de aquello que en nuestra vida necesita ser perdonado. Tenemos que ejercer el perdón.
Desde el convencimiento de quien lleva tiempo preocupándose de no tener razones que hagan tener que solicitar perdón -intentar vivir en armonía, compromiso y paz con unos mimos y el entorno- hasta quien entiende que es necesario ponerse en el lugar del otro. Así mismo hay una aportación muy atinada: dejémonos de vagar sobre la reconciliación y empeñémonos en inundar todo de amor. Y, por venir de quien viene, sabemos que no es una invitación romántica a la evasión o espiritualismo vacío y trasnochado.
Así el perdón es aquella actitud vital que ha de irse concretando en aptitudes respecto al otro. Por tanto el tiempo es imprescindible. No se puede imponer aquello que es expresión libre y gratuita de reconocimiento humano. Quizás, el perdón, nos es más fácil, posible y accesible con los débiles que con quienes se muestran fuertes. Sin embargo todos tenemos que tener abiertas las posibilidades vitales -que pasan por la entraña y el corazón- para disfrutar de la experiencia del perdón. Ejercer el perdón y dejarse perdonar, que muchas veces se transforma en actitud más compleja y desbaratadora que el primer ejercicio.
Otro de los interesantes discursos nos habla de la utopía. Del horizonte que se abre cuando nos dejamos revolucionar por el perdón. Este no es una ceguera al pasado, ni un cheque en blanco al futuro. El perdón nos lleva necesariamente al diáologo. Por tanto vendrá de la mano de la vida. Sólo es humanamente aceptable el perdón que genere vida, que nos haga salir de nuestras seguridades intelectuales para encontrarnos con el otro. Incluso con aquél que ha podido agredirme y castigarme.
Recorrido no fácil, pero sí posible. En lo individual y colectivo. Y precisamente, este camino, será el que vaya marcando la diferencia respecto al futuro: ir creando relaciones y espacios de humanidad o seguir pertrechados en el "legítimo" rencor que mantiene heridas abiertas y nos impide crecer como personas. Hoy mismo, en el diario público, Carmen Magallón nos advierte "no es fácil desaprender la violencia". Pues este desaprendizaje será posible si somos capaces de seguir la invitación que ayer domingo nos hacía Jesús desde el evangelio de Mateo "AMAR sin medida". Como nos insistió el zahorí de la solidaridad "inundar todo de amor". Camino difícil pero posible. Como la criatura de la foto en su papel, tenemos el futuro para ir escribiendo vida en fraternidad y esperanza.
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