Hace tiempo venimos acompañando -una de tantas- a una familia afincada en la Cañada Real Galiana. Familia compuesta por el matrimonio, que entre los dos no cumplen a día de hoy 80 años, y tienen ya siete nietos de sus seis hijos. Todos casados a excepción de los dos más pequeños y el penúltimo nieto, que también vive con ellos.
Pues hemos podido dejarle una vivienda que solidariamente nos cede una buena mujer y por la que ya han pasado varias familias que han ido consiguiendo una estabilidad que les permitiera tener autonomía y capacidad de vivir en una casa propia o alquilada.
Pues bien, la entrada de los pequeños de doce, seis y tres años ha sido verdaderamente emocionante; aquello que a los demás nos es común, para ellos ha sido una gran fiesta y ya digo emocionante para quienes, privilegios de la vida compartida, podemos asistir a estas celebraciones.
Así se iban relatando los hallazgos: "mira una cama para cada uno" les dice el mayor a los otros dos, y "una habitación sólo para los buelos" les espeta el padre. Mira se dicen entre sí y un baño. Máma quiero hacer pis", le chilla el pequeño a su abuela biológica y madre de cuidados. "Anda y ventanas" mientras uno y otro se asoman por ambas ventanas de las habitaciones y se dan las manos. "No tires la botella vacía al suelo" advierte la abuela, confirmando que en el campo -esto es la mísera cañada- los niños tiran lo que les sobra al estercolero. "Vaya mesa, de cristal, macho, pacer los deberes" les advierte el mayor a sus pequeños hermanos... y así
descubrimiento tras descubrimiento.
¿Cómo se puede "ser como los demás", "integrarse" viviendo en semejantes condiciones?. ¿Porqué asociamos tan frivolamente la pobreza con la suciedad y falta de estética?.
Esta familia en su nueva casa seguro que seguirá luchando, con esfuerzo increíble y tesón sobrenatural, por vivir con dignidad. Por cuidar lo cedido y seguir mostrando a sus pequeños retoños que la solidaridad entre las personas es el más y mejor don que "eldios" nos ha concedido.
Si entre la primera foto de arriba -lavadora de la chabola- y esta de la derecha -tal y cómo ha quedado la cocina de la nueva vivienda- media una serie de recursos materiales y posibilidades económicas suficientes, qué cambio no se podrá esperar en unas personas que han pasado de habitar la inmundicia y exclusión social a recursos habituales en nuestra sociedad. Quizás, como tantos niños de otros lugares, estos pequeños podrán acudir a la escuela tranquilos porque sus compañeros ya no se mofaran de ellos por el olor de su cuerpo o por la uñas de sus manos.
Lo dicho, todo un sortilegio de emociones que no pueden dejarnos "tranquilos", sino que han de colaborar necesariamente para que esta excepcionalidad vivida esta tarde con esta familia sea el pan nuestro de cada día entre todos aquellos que habitamos esta tierra.
Mi sincera admiración por esa "buena mujer" que ha cedido la casa y por el trabajo que realizan ustedes por la dignidad de las personas.
ResponderEliminarMis felicitaciones a esta familia por el hallazgo de esta casa, de este grupo de personas que hacen más felices a los demás.
Y ahora pregunto: ¿qué puedo hacer yo, en mi rincón, para contribuir a la convivencia y a la dignidad común? ¿Para qué sirve el Estado y sus diversas formas, más o menos cercanas, si quienes acaban creando la igualdad de oportunidades no cuentan con su ayuda?
Besos. Guancho