Ayer asistimos a la vista judicial celebrada en el juzgado de instrucción nº 49 de Madrid para acompañar a Pepe, fotógrafo amigo/solidario (el orden de lo factores no altera lo entrañable de la relación), acusado por dos policías nacionales de obstruirles el trabajo policial el pasado 28 de Octubre mientras hacían una intervención policial en el Gallinero. Poblado éste que es, con demasiada asiduidad y desvergüenza, lugar de despropósitos continuos por parte de los agentes de policía.
Estábamos allí. Vimos cómo un policía le pedía a otro que filiase al fotógrafo. ¿Por qué? preguntó el agente mandado. Tú filiale y luego pensamos por qué le filiamos. Diálogo entre ambos policías ante el fotógrafo y nosotros mismos. El fotógrafo les dio el dni, los agentes le pidieron que no sacase fotos, nosotros seguimos con nuestro trabajo -entre otros fotografiar ciertas
intervenciones policiales en este poblado- y se marcharon. Lógicamente el profesional de la fotografía siguió haciendo su trabajo, que para eso le habían llamado del periódico ABC donde se gana las lentejas.
El caso es que dos meses después le llega la citación judicial al haber sido denunciado por dichos agentes, acusado de un delito contra el orden público. La denuncia de los agentes refleja que "cuando le pidieron al fotógrafo que dejase de sacar fotos, éste siguió apuntando el objetivo hacia el trabajo policial".
Pues bien, la sesión del juicio fue corta, las contradicciones lógicas entre dos agentes policiales cuyo testimonio tiene, por la legalidad que representan, la fuerza de la veracidad y un ciudadano que, ademas de encausado y denunciado, es objeto de una serie de mentiras que menosprecian ese peso de veracidad que los agentes deben detentar.
Como el Ministerio fiscal no apreció delito ni falta por parte del fotógrafo, en la misma sala de juicio fue absuelto. Que satisfacción. A pesar de la dureza de la magistrada, que satisfacción.
Hoy ha vuelto la policía a una chabola requisada a unos presuntos clanes de la droga, me comentan unos vecinos de la cañada. Allí estaban también, en camaradería chabacana los fotógrafos y agentes policiales posando sobre las ruinas de lo que fue una chabola. Parece ser, me cuentan, que sólo faltó un piscolabis. Los agentes guardando los vehículos de los periodistas, éstos sacando imágenes de los oficiales de policía en el lugar de los hechos. ¡Que barbaridad! ¡Que desvergüenza¡
Cuando es la propia policía la que quiere mediatizar sus acciones no hay cortapisas a los medios. Pueden fotografiar rostros, vehículos, intervenciones.... Pero ¡cuidado! cuando los medios se pueden convertir en testigos visuales de atropellos como habitualmente estamos acostumbrados a contemplar en lugares como el poblado del gallinero, interponen denuncias, falsean la narración de lo acontecido y siguen campando a sus anchas.
¿Pues no dicen algunos que estamos en un estado de derechos? Ingenuos, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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