miércoles, 8 de septiembre de 2010

Затвор

Por fin, esta misma mañana, tras dejar atrás el pozo minero de Bobov Dol, en Bulgaria, hemos encontrado la prisión donde se encuentra preso Boris. La impresión al llegar ha sido de lo más siniestra.
El viaje, facilitado por un funcionario de la embajada española en Bulgaria, ha sido un sorteo de carreteras secundarias, en muy mal estado, atravesando pueblos pequeños cuya sensación era de abandono y pobreza. Cuando llegamos a Bobov
Dol, los edificios -viejos y cochambrosos- se alinean en una estampa típica de las construcciones urbanísticas de cualquier dictadura. Grandes edificios enjambres, en calles destartaladas, muchas de ellas de arena y, sobre todo nos ha llamado la atención, la cantidad de hombres en la calle con una actitud irremediablemente ociosa.
Cuando llegamos a la puerta como en todos los presidios nos topamos con el policía, tras el cristal blindado, que nos requiere los papeles de autorización. Como es habitual en este tipo de profesionales, los lee, por un lado, por otro, nos mira, se extraña, pone cara de circunstancias, niega con la cabeza, y tras un rato largo, decide hacer lo que, entiendo podía haber hecho al comienzo si no tenia ni idea de cuál era el asunto y quienes eramos nosotros: coge el teléfono y llama a su superior. Efectivamente la documentación estaba en regla, el trabajo mediado por el funcionario de la embajada ha sido estupendo y nos hacen entrar. Importante es señalar que todo esta larga espera ha sido más fácil al utilizar de traductor al conductor facilitado por la embajada que además de llevarnos al lugar, ha hecho las funciones de introducción y orientación. También a él le han invitado a entrar en la visita y acompañarnos.
Nos llevan a un despacho, pequeño y antiguo, donde se procederá a la entrevista. La señorita que trabaja en dicho lugar nos ofrece un café o un refresco. Declinamos la incitación. Expectantes por abrazar a Boris, aparece custodiado por un policía, el director en funciones de la cárcel y el capellán ortodoxo. Hombre simpático y, según el mismo Boris, cercano.
El muchacho llega muy nervioso y tenso. Tras el cálido saludo y el abrazo entrañable tomamos asiento acompañados por el capellán y la señora trabajadora. Le encuentro muy ansioso, tremendamente contrariado con tener que volver a estar en Bulgaria. De hecho su rechazo al país es verbalmente muy violento. Pregunta por todos los de casa. Le entregamos las cartas que estos escribieron, la ropa nueva y comenzamos a relatarle todos aquellos que le mandan saludos.
Nos cuenta su vida ahí dentro: en 6 meses aún no le han notificado la sentencia, comparte la celda con otros 12 tocando a un metro cuadrado por ocupante, sólo tienen 45 minutos al día de patio, sopa de desayuno, comida y cena, actividades inexistentes, gimnasio dos días en semana, igual que la ducha que ¡sólo! pueden hacer uso de ella un par de días a la semana.
En fin está muy desesperado. La condena, y él mismo reitera que se ha pasado media vida preso en esa cárcel, se le está haciendo muy cuesta arriba. sigue sin consumir, le siguen clasificando como muy peligroso. Está realmente angustiado.
Todo lo anterior nos lo cuenta aunque ya le habían advertido, días atrás cuando se autorizó nuestra visita, que no contase cosas malas de dicha cárcel. En ese despacho continuamente entran y salen personas ajenas a nosotros. Se entremezcla el idioma búlgaro con el castellano.
Se abre la puerta, han pasado cincuenta minutos y el director dice que ya tiene que acabar la visita. Nos volvemos a fundir en un abrazo. Los lagrimales se ponen a trabajar cuando Boris se despide diciéndonos "nos vemos dentro de un año". El estómago se hace un nudo. El policía se le lleva con las ropas que le trajimos y, a nosotros, el cura ortodoxo nos invita a comer en la cantina de la cárcel. Sin estar mala la carne que nos sirven el contexto hace que la comida sea rápida, silenciosa y que deseemos salir de ese lugar cuanto antes.
Montamos en el coche y el aire que entra por las ventanas es la única solución transitoria que el cumulo de pena que llevamos alivia. Y entonces nos preguntamos ¿ha sido bueno venir a verle? ¿le ayudará a sobre llevar el tiempo que le quede? ¿no le habremos creado más ansiedad y angustia?...
Bobov Dol queda atrás, el lamento de Boris "me voy a volver loco aquí dentro" rechina mas en nuestro interior que las pobres ruedas del vehículo sorteando la carretera agujereada.
Al fondo se ve Sofia, culminada por las cúpulas doradas de las iglesias ortodoxas, de la preciosa mezquita y de la singular sinagoga judía. Y como en esta ciudad, todas las religiones son protagonistas, así esperamos que muy pronto podamos volver a compartir la mesa de casa tantos otros protagonistas, tan distintos, con tanto fondo común.

A Marichu, in memoriam, compañera infatigable de viajes, prisiones y libertades.

4 comentarios:

  1. poema de MARCOS ANA:
    PEQUEÑA CARTA AL MUNDO
    Los dientes de una ballesta
    me tienen clavado el vuelo.
    Tengo el alma desgarrada
    de tirar, pero no puedo
    arrancarme estos cerrojos
    que me atraviesan el pecho.
    Siete mil doscientas veces
    la luna cruzó mi cielo
    y otras tantas, la dorada
    libertad cruzó mi sueño.
    El Sol me hace crecer flores,
    ¿para qué, si estéril veo
    que entre los muros mi sangre
    se me deshoja en silencio?
    No sabéis lo que es un hombre,
    sangrando y roto, en un cepo.
    Si lo supieseis vendrías
    en las olas y en el viento,
    desde todos los confines,
    con el corazón deshecho,
    enarbolando los puños
    para salvar lo que es vuestro.
    Si llegáis ya tarde un día
    y encontráis frío mi cuerpo;
    de nieve, a mis camaradas
    entre sus cadenas muertos…
    recoged nuestras banderas,
    nuestro dolor, nuestro sueño,
    los nombres que en las paredes
    con dulce amor grabaremos.
    Y si no nos cerráis los ojos
    ¡dejadnos los muros dentro!
    que se pudran con el polvo
    de nuestra carne y no puedan
    ser nuevas tumbas de presos.
    No sabéis lo que es un hombre
    sangrando y roto, en un cepo.
    Si lo supierais vendríais,
    en las olas y en el viento,
    desde todos los confines,
    para salvar lo que es vuestro.
    Si llegáis ya tarde un día
    y encontráis frío mi cuerpo
    buscad en las soledades
    del muro mi testamento:
    al mundo le dejo todo,
    lo que tengo y lo que siento,
    lo que he sido entre los míos,
    lo que soy, lo que sostengo:
    una bandera sin llanto,
    un amor, algunos versos…
    y en las piedras lacerantes
    de este patio gris, desierto,
    mi grito, como una estatua
    terrible y roja, en el centro.

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  2. Vuestra (y un poquito nuestra) visita a Bulgaria será disfrutada por Boris, en la soledad acompañada de su cutre y pequeña celda, como el niño que saborea un caramelo y se concentra en el placer del gusto, sin hacer nada más.
    Recordará las miradas, las palabras, el abrazo, la sonrisa, cada gesto...
    Las analizará hasta sabersélas de memoria, se repetirá internamente la conversación una y mil veces, y sentirá vuestro abrazo cada vez que lo evoque.
    Sonreirá en su interior con cada recuerdo.
    Sus amigos que le esperan, que son capaces de remover cielo y tierra para conseguir una visita en la lejana Bulgaria ...

    La esperanza de las actitudes profundamente humanas que curan y/o dignifican se ha colado en esa prisión. Y boris lo ha visto....


    Suerte, ánimo, fuerza y valor, mucho valor para Boris .....
    Te esperamos .....

    Inés

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  3. Leo esta carta, que no lo considero artículo, por la emoción que desprende y genera, y como lo hago en el trabajo tengo que hacer esfuerzos por no soltar las lásgrimas. No tengo ninguna duda que el viaje no ha sido en valde, y que lejos de generar ansiedad en Boris ha acrecentado su esperanza, sólo con eso se puede seguir viviendo. El saber que amigos queridos cogen un vuelo para ir a verle y ponen su dinero, esfuerzo, tiempo en hacer una visita al penal, es lo mejor que posiblemente en esas circusancias le puede pasar.
    Un abrazo muy fuerte.
    Pd. La lágrima no se contuvo al leer la dedicatoria.

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  4. Hay una dicho que de vez en cuando alguien repite entre nosotros: “Somos lo que nos quieren”, y a Boris le quieren mucho, y se lo habéis ido a decir para que lo sepa, para que no lo dude. Boris sabe ahora que la injusticia no ha logrado hacerle desaparecer del mundo de los seres humanos, en esa antesala del infierno. Boris, sabe ahora que sigue vivo en el corazón, en las palabras, en el recuerdo de los que sois su familia. Boris sabe ahora que le esperan en casa.
    Un abrazo,
    Alfonso.

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