Ayer, en la celebración en San Carlos, tuvimos la grata presencia de Juan Godayol, Obispo que fue en Perú de donde, después de dos años de "engaños" se quedó aparcado en la cuneta sin su obispado. Por motivos "médicos" deciden -siempre deciden por el bien del otro...- desalojarle de su diócesis de Ayaviri. Él entonces decide volverse a su tierra, Cataluña, después de 46 años de misionero y más de 15 de Obispo.
En la celebración, que causó gran expectación y mucha aceptación, nos habló de su experiencia. En ella, sobre todo insistió, hay dos miradas irreemplazables: el Pobre y el Evangelio. Lo demás, nos reiteró, es accesorio. Y, dijo, lo accesorio puede ayudar o por el contrario despistarnos de lo fundamental: los pobres y el reino de Dios.
Creo que sentimos todos una grata recompensa al tener entre nosotros un Obispo -como aquel Alberto que Enrique nos recuerda de vez en cuando- que alentó, confirmó y compartió su fe con la nuestra. Maridaje estupendo que nos anima y fortalece.
También nos confesó su relación con la Iglesia "administrativa" como la denomina, diciendo que esta es como la casa vieja cuyo techo se viene abajo y no compensa gastar fuerzas en su reconstrucción. Es mejor dejarlo caer y poner manos a la obra para reconstruirlo. Además nos contó cómo "bendice" (decir bien de alguien) a personas divorciadas vueltas a casar, parejas homosexuales o mujeres que tuvieron que abortar. En fin un hombre bueno, sencillo, profundo y con mucho Evangelio a la espalda.
Que diferencia esta actitud con otras, episcopales y no. Me cuentan el otro día unos trabajadores de Caritas Madrid, que en una reunión de curas "sensibilizados" con la caridad, donde estaba presente un vicario de la zona (para los legos, estos son los curas que representan a Rouco en distintos barrios), un cura dice que en su barrio "no existen pobres", otro espeta que con los gitanos nada puede lograrse porque tienen un gen que lo imposibilita, y otro regaña a los trabajadores de caritas por el programa que estos presentan de los "sin techo" afirmando, sin pudor alguno, que quien está en la calle es porque quiere.
Este atraganto de barbaridades nunca es reprimido públicamente por la autoridad eclesiástica (tampoco muchos curas se les echaron encima) desdiciéndolos o apartándolos "por su estado de salud" (¿mental?) de la parroquia o barrio encomendado.
Es evidente la necesidad que tenemos de volver a lo esencial. Como decía otro obispo cristiano, Pedro Casaldáliga, sólo con el Evangelio.
Por eso me anima, además de encuentros en torno a la mesa como el de ayer domingo en San Carlos, esa decisión honesta y loable del amigo Antonio, cura gallego, que también trasladado de su parroquia -en este caso dijo el Obispo por el bien de la diócesis- sigue en sus pueblines de la galicia profunda llevando Buenas Noticias de parte del Dios de Jesús a las gentes sencillas del campo, que seguro le entenderán. Espero que desobedezca a Monseñor cuando le advirtió que cuidase la liturgia y la dogmática, poniendo especial esmero en las homilías.
Lo dicho, como nos animaba ayer Juan el Obispo, dimisionado, es preciso y urgente quitar tanta telaraña en esta iglesia rancia y envejecida.
A mi también me han echado del trabajo que desempeñaba en una Gran Institución del Estado.
ResponderEliminar"Por el bién de la misma" me dijeron.
Mi trabajo era para por y para los menores, pero al igual que los Obispos alguién confunidó el interés de la Institución con el interés de los menores.
Quizás quien toma estas decisiones decide que el interés de las Instituciones y de los menores no es el mismo, y tanto que no lo es.
El interés de las Instituciones es que sus servidores consigan medrar, consigan mejores puestos, mejores salarios, consigan connivencia con los Poderes Públicos, menos trabajo, menos complicaciones, menos críticas, más aplausos social...
Y del mismo modo encontramos que el interés de la Iglesia y el de los pobres no es el mismo.
Claro que en el caso de la Institución que representó se paga con dinero de todos.
Os habré hecho un lío.
Ya sé.
De momento no soy tan valiente como Javi para denunciarlo publicamente.
Pero esto me sirve de desaogo.
Propongo un club de los exiliados del trabajo en pos del servicio público, de los excluídos sociales.
Somos muchísimos.
¿Tendremos que empezar a llamar a la exclusión social por su nombre?
Excluídos de la Iglesia, la judicatura, la Fiscalía, los servicios Sociales y otras tantas Instituciones más?