Nos llegan, nuevamente, noticias de una tragedia en alta mar. Otra patera de inmigrantes pobres se hunde frente a nosotros. Quiero decir frente a nuestras costas, nuestros ojos, nuestras seguridades. Estas, tan controladas, con tantos sistemas de seguridad, tantos muros infranqueables siguen permitiendo (de permeabilizar) que la muerte esté presente en nuestras narices. Y sin problema…
La “noche en blanco” madrileña continua, las gestas deportivas se alcanzan y la gripe (cualquiera sea la letra que antepongamos) parece haber congestionado las neuronas de los ciudadanos que no hacemos demasiado.
Otra vez vuelve el islote “perejil” a ser titular de nuestros medios. Aquella heroica conquista, típica de las malas películas del mal presidente americano Reagan, pareció poner en orden el territorio nacional, que no a quienes en él habitamos.
Pretenden algunos que a base de leyes penales seamos capaces de educar a los educandos. Además podremos, al menos desde Madrid, atisbar cuando lleguen cayucos pues la insigne presidenta madrileña anda empeñada en poner tarimas en las clases ¿será para hacer hueco a los niños de cañada o a los menores inmigrantes que arriben nuestro puerto?
Yo me pregunto por qué tanto empeño en domesticar a los que están aprendiendo “educación” y no se ponen los mismos medios –siendo criminalizadores siempre desechables- en reeducar a los adultos que debían ya estar educados y han resultado maleducados.
Recuerdo aquel poema del desolado Juan de la Cruz cuando, en sus búsquedas interiores y encuentro con lo pequeño, balbucea aquellos versos:
¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Estos versos me recuerdan las veces que se clama como una voz en el desierto, y el desaliento que nos invade por ello. Pero quiero pensar también en lo que dice Leonardo Boff:
ResponderEliminar“…luego de tantos años de luchas, muchas de ellas perdidas porque el sistema nos venció más de una vez, rescato dos elementos importantes. Uno, que a pesar de todo, hemos seguido, perseveramos, continuamos, sin conceder nada. La otra, que nos consideramos semilla. Ya eso es importante. Para que juntos con otros la convirtamos en árbol grande...”
Y con Casaldáliga, añado: "Contra toda esperanza, esperamos...."