Asistimos ayer tarde, bajo un cielo encapotado y una lluvia que parecía jugar al gato y al ratón de tanto aparecer y desaparecer, a una manifestación reclamando, entre muchos gritos solidarios y desesperados, la NO PRIVATIZACIÓN DE LA SANIDAD. Empeño este de nuestra Presidenta Comunitaria que, emborronando su bello nombre, no hace más que privatizar y privatizar todo lo posible. Se recordaba continuamente la complacencia del partido mayoritario en la oposición madrileña en sus devastadores desmanes. Tiene una vocación empresarial descomunal y ahí anda vendiendo al mejor postor lo que nuestros mayores, con tanto esfuerzo y sacrificio, construyeron estos decenios pasados: los servicios públicos. Que si están dejando de ser públicos no tardarán mucho en dejar de ser servicios, para transformarse en rentabilidad. Y ésta, aunque medie la salud. Así lo atestiguaban muchos médicos y profesionales de la sanidad que se unieron a la protesta. No hay duda de que la privatización socavará un pilar fundamenta de los ciudadanos: la salud. Tenemos ejemplos cercanos y consistentes: los servicios sanitarios en Inglaterra y América. Accesibles a quien se los pueda pagar.
Además de esta situación, no pequeña ni ensombrecida, quería traer aquí la sensación que circulaba entre muchos de los presentes: mayoritariamente de edad avanzada, pocos jóvenes, y muy poca gente, para lo que nos jugamos. ¿Qué nos ocurre? ¿no somos conscientes del futuro personal que hipotecamos si seguimos permitiendo la privatización de nuestro bienestar? ¿flaqueamos cuando de salir a la calle a reivindicar se trata? ¿nos ha engullido la corazonada?
No tengo claro el análisis. Sólo me asusta pensar que en un barrio típicamente obrero, históricamente luchador, no nos juntásemos ayer más de doscientas personas para reclamar que no privaticen el hospital vallecano y los servicios sanitarios que este prestaba hasta hoy.
Pero ayer no sólo cayo agua y des-esperanza en Madrid. Aparece la noticia de la sentencia ganada por Nacho de la Mata, en la que obligan al gobierno Español a traer a un menor marroquí expulsado del territorio nacional sin ninguna garantía. Si bien es la primera que los jueces dicen que se retorne a España a un menor repatriado ilegalmente, son montones las sentencias en las que los tribunales están diciendo que el proceder de la Delegacion del gobierno y las distinats comunidaddesd autonomas competentes obran de mala fe cuando se realizan de cualquier modo y manera dicha repatriación. Menos mal que estos menores han encontrado a Patuca, Cuca, Sonia, Amanda, Cristina, Eva, Julio Alberto, Mª Angels y tantos compañeros letrados que siguen creyendo que las leyes están para cumplirse o saltarse. Pero para jugar todos en igualdad de condiciones, incluida la Administración.
Y como seguimos viviendo "corre, corre..." marchamos a Valladolid a presentar el libro del periodista y compañero de batallas Nicolas Castellano "Mi nombre es Nadie".
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
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