Hace poco más de 24h. enterramos, en Zamora, a Antero. Casi dos años de convivencia han supuesto unas huellas en nuestra vida considerables.
Como tantos otros, una personas marcada por su larga vida en prisión, que ha sido capaz de reconciliarse con lo mejor de sí mismo. Lógicamente -como quiero suponer nos ocurriría a cualquiera de nosotros con esa historia personal- una historia cargada de dolor, añoranzas y un profundo sentimiento de culpabilidad. Todo esto con una mezcla importante de carácter fuerte e intransigente; que hacía de él -de vez en cuando- un ser realmente difícil. Sin embargo, seguro, no es esto lo que dejará huella en nuestro caminar.
Junto a este fuerte temperamento, anidaba por igual un ser cariñoso, con muchas ganas de agradar, querer y satisfacer.
Y esto, sin lugar a dudas, será la huella que nos quedará.
Cuando convivimos desde lo cotidiano y somos capaces de ir recolocando nuestra propia vida con sus accidentes como si fueran incidentes menores, surge la añoranza. El echar de menos a los seres queridos. Y la memoria, en estos momentos, me lleva irremediablemente a este hombre.
Vino para catorce días -así nos lo pidió la trabajadora social de la cárcel- porque después de tantos años presos, nos decía ella, al menos que muera en una casa. Suerte que esta profesional del trabajo social no acertase: vivió más de 530 días. son cosas curiosas que ocurren en las personas que están presas: cuando son liberadas su vida y su salud, siempre van a mejor ¿?.
Su vida entre nosotros ha estado marcada por un afecto profundo dispensado a quienes hemos ido estando ( y entrando) en su vida. De él hemos recibido cariño, ánimo y fuerzas.
Hay que ver la de momentos de flaqueza que tuvo: cuando volvía de su sesión de diálisis, cuando le fallaban las piernas, cuando iba de cumpleaños sin haber comprado nada, cuando no podía venir a la parroquia por estar muy débil... Pero todas estas contrariedades ha sido capaz de sortearlas con su fina ironía y la valentía de querer seguir viviendo para estar un "tiempo con mis hijos" con quienes no había convivido, nos contaba. Esa fuerza, en ocasiones sostenida por la cachaba y las más fraguada en el reconocimiento de todo lo que se hacía calladamente por él, es la señal inequívoca de que era un buen hombre.
Ya lo decía, esta mañana, el bueno de Tomás: hay gente entre nosotros que mueren como han vivido: ¡¡ como campeones!!
Y así es la vida que vivimos. Fugaz, como el tiempo que dura el arco iris en el firmamento, y profunda, como los colores que se pintan en el cielo cuando la lluvia es atravesada por el tornasol.
Si algo he aprendido con Antero ha sido la necesidad de creer unos en otros. Y esta inmensa Fe es la respuesta a la pregunta del poema de Rilke:
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Como tantos otros, una personas marcada por su larga vida en prisión, que ha sido capaz de reconciliarse con lo mejor de sí mismo. Lógicamente -como quiero suponer nos ocurriría a cualquiera de nosotros con esa historia personal- una historia cargada de dolor, añoranzas y un profundo sentimiento de culpabilidad. Todo esto con una mezcla importante de carácter fuerte e intransigente; que hacía de él -de vez en cuando- un ser realmente difícil. Sin embargo, seguro, no es esto lo que dejará huella en nuestro caminar.
Junto a este fuerte temperamento, anidaba por igual un ser cariñoso, con muchas ganas de agradar, querer y satisfacer.
Y esto, sin lugar a dudas, será la huella que nos quedará.
Cuando convivimos desde lo cotidiano y somos capaces de ir recolocando nuestra propia vida con sus accidentes como si fueran incidentes menores, surge la añoranza. El echar de menos a los seres queridos. Y la memoria, en estos momentos, me lleva irremediablemente a este hombre.
Vino para catorce días -así nos lo pidió la trabajadora social de la cárcel- porque después de tantos años presos, nos decía ella, al menos que muera en una casa. Suerte que esta profesional del trabajo social no acertase: vivió más de 530 días. son cosas curiosas que ocurren en las personas que están presas: cuando son liberadas su vida y su salud, siempre van a mejor ¿?.
Su vida entre nosotros ha estado marcada por un afecto profundo dispensado a quienes hemos ido estando ( y entrando) en su vida. De él hemos recibido cariño, ánimo y fuerzas.
Hay que ver la de momentos de flaqueza que tuvo: cuando volvía de su sesión de diálisis, cuando le fallaban las piernas, cuando iba de cumpleaños sin haber comprado nada, cuando no podía venir a la parroquia por estar muy débil... Pero todas estas contrariedades ha sido capaz de sortearlas con su fina ironía y la valentía de querer seguir viviendo para estar un "tiempo con mis hijos" con quienes no había convivido, nos contaba. Esa fuerza, en ocasiones sostenida por la cachaba y las más fraguada en el reconocimiento de todo lo que se hacía calladamente por él, es la señal inequívoca de que era un buen hombre.
Ya lo decía, esta mañana, el bueno de Tomás: hay gente entre nosotros que mueren como han vivido: ¡¡ como campeones!!
Y así es la vida que vivimos. Fugaz, como el tiempo que dura el arco iris en el firmamento, y profunda, como los colores que se pintan en el cielo cuando la lluvia es atravesada por el tornasol.
Si algo he aprendido con Antero ha sido la necesidad de creer unos en otros. Y esta inmensa Fe es la respuesta a la pregunta del poema de Rilke:
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Querido Javier, a muchos creo que nos pasa como a ti, con personas como tú es más fácil creer en la gente y en Dios.
ResponderEliminarRecuerdo una pantarca que caminaba entre tanto dolor por las calles de Madrid en los días siguientes al 11-M " una parte de mí morirá contigo, una parte de tí vivirá conmigo".
Hay muchos que nos dejan huella permanentes en nosotros. Dichoso el que se encuentra acompañado al final de sus días.
Que junto a Dios él nos ayude a vivir.
Querido Antero:
ResponderEliminarTe recordaré sonriendo, cantando conmigo a grito "pelao" las canciones gitanas de Arrebato.
Esa será la imagen para siempre.
Pero, perdoname Antero, que cambie el sonido y elija otra canción de la banda sonora de nuestra vida:
"Dios mio
Ayúdame a recuperar la libertad".
Y en eso quedó...
Gracias por dejarme entrar en tu vida amigo.
Gracias.
"no hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa"
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