miércoles, 22 de abril de 2009

Les persiguen. Nos persiguen.


Quisiera, en esta mañana primaveral, ser capaz de volcar en este blog toda la rabia que tengo acumulada. Volcarla será mas liviano que el daño que las personas somos capaces de hacer cuando nos acorralan, maltratan y persiguen.
Acaba de marchar, a otra ciudad con unos amigos, el más joven de casa. 20 años, marroquí menudo que estuvo años tutelado por la Comunidad de Madrid, posteriormente repatriado y, gracias al tesón y la valentía, desde hace meses nuevamente entre nosotros.
Tiene que volver a salir de esta su casa por la persecución policial a la que se encuentra sometido. Si, si. Esa persecución que continuamente niegan nuestros prebostes políticos.
No acabo de entender -por tanto no puedo aceptar- qué peligro a la seguridad interna, a las bolsas de empleo, a la economía nacional, representa un jovenzuelo que lo más que busca es trabajo para vivir con dignidad. Esa dignidad negada en su tierra de origen y que fue, su búsqueda, la que le trae continuamente a nosotros.
Pobre hombre. Pensó que en Europa eran verdad aquellos valores de solidaridad, seguridad y acogida que siempre ofrecemos para denostar a quienes llamamos "países pobres" o en "vías de desarrollo".
Y lo tremendo de esta pertinaz persecución -el domingo pasado volvieron a venir los representantes del orden social: la policía- es la desazón que provoca en quienes con él convivimos y el miedo casado con la rabia que se va apoderando de él.
Otro cambio de casa, de familia, de ambiente... Nuevamente comenzar a creer que el futuro será más halagüeño. Volver a intentar hacer amigos, conocer los sitios de fiesta, el lugar donde los "ilegales" pueden jugar al futbol. Otra vez planificar el camino de vuelta a casa intuyendo dónde no se colocan "los maderos" que le puedan identificar.
Hay que ver qué muestra de cordura querer comenzar de nuevo. Volver a levantarse -aunque eso signifique una nueva salida de su casa- para seguir buscando esa tierra prometida que anunciamos en televisión y en la publicidad que es la vieja Europa.
No sé si soy capaz de expresar lo jodido que me he quedado. Si fuera posible hablar con aquellos que persiguen. Con aquellos que hacen leyes inhumanas. Con quienes mandan subir más y más metros la altura de nuestras fronteras.
He aprendido, junto a estos marginales del bienestar, que la rabia en sí misma no vale para nada. Sólo tiene sentido, la rabia que siento y acumulo, cuando somos capaces -juntos- de transformarla en lucha, creatividad y hospitalidad.
Y por contentarnos para mitigar la angustia del momento, nos queda pensar que la familia amplia que vamos formando tiene otro nuevo lugar donde ir a visitar a uno de los nuestros.

2 comentarios:

  1. Querido Javi:

    Nuestro amigo, encontró dignidad, hospitalidad, coherencia, cariño, comprensión y el calor de un hogar gracias a un grupo de soñadores que transformaís la rabia en acción.

    Por tanto, y muy a pesar de políticos y persecuciones de las fuerzas del orden haceis que la solidaridad sea posible.

    ¿No es acaso, eso, un motivo para la esperanza?

    Y la resistencia de estos hombres y mujeres.

    ¿No es acaso, eso, un motivo para la esperanza?

    No somos pocos, lo que pasa es que nos lo ponen muy dificil.

    Es momento de, imitando a nuestros heroes, levantarnos de nuevo, amigo.

    Inés

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  2. Rabia, indignación, dolor, y sentimientos que no se pueden describir facílmente. Eso provocan estos tiempos sombrios que nos tocan. Decia Bertolt Brecht: nos desesperábamos
    donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y, sin embargo, sabíamos
    que también el odio contra la bajeza
    desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz."
    Se nos ha enroquencido la voz sin conseguir hablar, como bien dices, con los que hacen las leyes. Con los que, mientras hablan de democracia, justicia y bienestar social, esos "macarras de la moral" a los que cantaba Serrat, nos llenan la calle, las casas y hasta el ánimo de policias, soldados, seguratas, miedos y terrores ....Porque tambien decía Brecht que "Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo. Llevarte a la guerra, etc...Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado." Nos lo decia hace mucho, hablaba de Alemania, y sigue siendo real y en toda Europa.... Nos prohiben la solidaridad y se permiten esas formas de muerte denigrante. No desconocemos ninguna de ellas, desgraciadamente...
    Nuestra gente, la que viene de otros lugares,con los vientos del Sur, y que mientras pasa necesidades y miserias son invisibles, ahora se visualizan especialmente por los cuerpos de "su seguridad" y se convierten en "personas non gratas"....
    Pero seremos capaces de seguir adelante; no podemos flaquear, bajar la guardia, para que nuestros rincones, casas y lugares sigan siendo sitios donde podamos decir que
    "Aquí son bienvenidos los desesperados,
    Aquí es nuevo el sabor del pan y el vino,
    Aquí son espontáneos el trabajo y el día,
    Aquí el viajero puede quedarse cuanto quiera..." Y nos animaremos pensando en que llegaran los tiempos en que "el hombre sea amigo del hombre."

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