lunes, 11 de junio de 2012

cuando un amigo se va...

El título de esta entrada está recogido de una sevillana hace tiempo popular y que me viene a la cabeza, últimamente, por muchas razones. No especialmente por "partidas" eternas de personas o amigos a quienes despedimos, sino por todos esos chavales, jóvenes en su mayoría, que comienzan a hacer las maletas -o la pequeña bolsa de pertenencias- con el fin de seguir o continuar su periplo migrante.
Jóvenes que vinieron a nuestras tierras y que -después de muchos años la mayoría de ellos- ven cómo su futuro se trunca por un presente difícil y poco esperanzador. La situación laboral sólo es la gota que colma el vaso de los despropósitos sociales y políticos con que se les trata.
El recorte en atención sanitaria a partir del próximo primero de Septiembre. La persecución policial por buscarse la vida vendiendo en la acera. Las cárceles de extranjeros existentes y ampliables, los CIE. La dificultad de acceder a recursos sociales básicos al mantenerlos en la "irregularidad" administrativa. El maltrato policial en redadas racistas por doquier o en altercados como los ocurridos hace días en lavapies cuando un policía municipal, tras apuntar con su revolver a la cabeza de un moreno, realizó varios disparos al aire por -dijo- sentirse amenazado por otro joven de color que le increpaba con la zapatilla de su pie izquierdo en la mano. O la dificultad de acceder a formación reglada por falta de papeles. O la exigencia de tener una cuenta de 3000€ para renovar el NIE ...
Es muy difícil vivir en una sociedad donde todos estos acontecimientos ocurren con una naturalidad pasmosa, como si no se llevasen vidas por delante. La perplejidad de la sociedad inhumana donde han llegado crea mucha desazón. Esperaban el dorado en la humanización y la democracia y encuentran racismo institucional instalado en la sociedad. Eso sí, travestido de mil colores y caretas.
Parece, pues, que el camino ha de continuar: Francia, Suecia, Bélgica... aparecen como lugares donde, al menos, poder caminar por la calle sin sentirse perseguido, acorralado o maltratado.
Qué sociedad hemos creado -¿hacia dónde vamos?- que dejamos marchar a las generaciones más jóvenes. Unos en busca de trabajo en mercados aún posibles y otros en busca de dignidad ya que aquí, de momento, son valores que se cotizan a la baja.
Estamos aún a tiempo de rescatar lo mejor de la humanidad, la capacidad de entraña, solidaridad y esperanza compartida o delegamos en el sólo rescate -sálvese quien pueda- a los bancos, ricos y especuladores?

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