jueves, 10 de noviembre de 2011

escuela de hojalata

Tuve la oportunidad, esta tarde de fiesta madrileña, de asistir al esfuerzo titánico por aprender que los niños del poblado El Gallinero tiene que hacer para romper esas asimetrías escolares que tantos dolores de cabeza ocasionan a los analistas y políticos.
escuela de hojalata
En unas condiciones menesterosas como pocas, solo superadas por algunas imágenes de países empobrecidos llamados del tercer mundo, los pequeños iban hilando números en sumas y restas que, en ocasiones, no acababan de encajar. Mientras otros, algo mayores en la media, intentaban leer lo indicado por los maestros de la solidaridad que dedican tiempo, esfuerzo y paciencia para que la dignidad sea posible en las vidas de estos pequeños.
Y este privilegio chocaba, hace un rato, con las imágenes ofrecidas por la caja atontadora, porque pudiera no ser tonta -si hubiera voluntad de ello-, en donde unos ciudadanos que se autodenominan representantes políticos desmembraban palabras, cifras e ideologías sobre lo que nos conviene a los ciudadanos que no nos dedicamos a organizar los desastres ajenos y pretendemos, al contrario, ser capaces de general solidaridad, esperanza e ilusión a nuestro alrededor.
Con una economía de subsistencia, en las clases de El Gallinero, se trabaja para romper esa cadena diferenciadora que hipoteca el futuro a estos pequeños gitano-rumanos, como se les ha hipotecado la vida generación tras generación. Mientras la clase política se afana por conseguir el poder "al servicio de los ciudadanos", hay otro tipo de personas, ciudadanos de la honestidad y el compromiso con los más pequeños, que se desviven porque esa rueda maldita de la exclusión siga atropellando criaturas indefensas.
En una escuela de chapa, rodeada de oscuridad y podredumbre, la cultura enseñada a estos pequeños será, más allá de las innumerables dificultades existentes, el inicio cierto y posible de que la realidad -"otro mundo posible"- puede ser mejorada y transformada.
Estos niños, con quienes compartí un ratillo de la tarde festiva, si que son viva imagen de la excelencia. Y no por los resultados que vayan a obtener. Si, por el esfuerzo en querer cambiar esa ignorancia que, a sus mayores, les arrastra a tener que ganarse la vida de formas complejas y, en ocasiones, rechazables. ¡Que delicia de tarde!.
calculadora manual
Si las palizas que la policía esta mañana repartió entre los habitantes del poblado, algunos porrazos incluso a menores, fueran transformadas en dinámicas educativas y medidas alentadoras, más que coercitivas, seguro que la seguridad de la vida en dignidad era alcanzada por todos cuantos vivimos en esta ciudad hoy festiva. Pero no. Los poderosos no tienen interés en que los pobres salgan de su pobreza. A porrazos o inculturándoles, pretenden los insensatos que la justicia sea posible en nuestro mundo.
Como decía, desde una escuelita de chapa, esta tarde festiva en Madrid, asistimos anonadados ante la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. La calculadora de dedos inventada por el pequeño y los mapas geográficos de nuestro mundo, se convirtieron en la brújula imprescindible para nuestro camino de futuro.




1 comentario:

  1. Ojalá que podamos caminar hacia la igualdad de oportunidades.
    Un abrazo,
    Diego

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