sábado, 16 de abril de 2011

¿al revés?

Tras algunas semanas me pongo, en esta tarde de sábado nubarrón, a repasar lo que en este tiempo ha acontecido en mi entorno. Lógicamente no será un minucioso diario de viaje, ya que entre mi despiste y los cansancios que acumulo, muchas de las cosas que voy viviendo se solapan unas con otras y parece como que están alojadas muy lejos de mi presente. Lo que sí es cierto ha sido la vertiginosa carrera que me he pegado haciendo kilómetros. Creo que han sido más de 4000 kilómetros los que recorrí estas tres últimas semanas.
Montón de gente interesante con quienes he compartido momentos entrañables, discusiones acaloradas y sobre todo, intercambio de historias vitales a cual más interesante. Como dice el amigo Enrique, la suerte que tenemos es que allá donde vamos tenemos casa. Es uno de los efectos colaterales del privilegio de mi vida. Casa entrañables, de amigos y amigas, que nos abrimos mutuamente practicando aquello que da sentido a nuestra vida y nos configura como hermanos de viaje: acogernos.
Esta práctica tan habitual entre algunos de nosotros -la acogida- se está poniendo cada vez
más cara en el mercantilizado mundo en que nos movemos. Berlusconi se queja ahora, a la vieja Europa, porque tiene sus islas llenas de ciudadanos que huyen de las guerras del norte africano. El ministro de interior español niega la evidencia afirmando que no hay persecución a los inmigrantes. El presidente valenciano se mosquea porque en alguna televisión se habla de corrupción... Y hasta nuestro alcalde madrileño, aquél que el taxista definió como el nuevo Keops, se quiere empeñar en hacer de la capital un lugar de excelencia estética, aunque la ética se la pase por la entrepierna cuando de las personas sin techo habla.
Resulta que nuestro mundo está del revés. Como la señal de la fotografía, pareciera que todo el mundo está hecho un lío. Los banqueros, aquellos a quienes hemos rescatado de su responsabilidad llenándolos los bolsillos de dinero público a espuertas, ahora van de víctimas porque dicen que no ganan lo suficiente. El presidente de la mayor empresa española, con un sueldo absolutamente denigrante para sus propios trabajadores, pretende despedir a seis mil personas. Ayer, en una concentración en la puerta de la dirección general de instituciones penitenciarias, unos maleducados e ilegales policías nacionales detienen e identifican a dos jóvenes porque se "estaban yendo" de la concentración. Ante nuestra alucinación generalizada por dicha práctica policial y la solicitud por mi parte de su placa identificativa -como es habitual e ilegal no llevaban el número identificativo en el pecho- el maleducado agente me contesta que "no le sale de los cojones enseñármela".
Como hicieron más de tres mil jóvenes en Madrid la semana pasada creo que es necesario recuperar la calle. Igual que nos repugnaba aquella afirmación de fraga "la calle es mía", ahora nos debe repugnar que sea de la policía o los políticos de turno. Contaba la periodista Olga Rodríguez esta semana en una crónica desde Egipto, que la revolución en ese país ha sido posible cuando los ciudadanos se echaron a la calle. Pues eso, hay que recuperar la calle como espacio de convivencia, fiesta y entonces, revolución.

1 comentario:

  1. Como dijo Casaldáliga:
    "¡Malditas sean todas las cercas! ¡Malditas todas las propiedades privadas que nos privan de vivir y de amar! ¡Malditas sean todas las leyes, amañadas por unas pocas manos para amparar cercas y bueyes y hacer la Tierra esclava,
    y esclavos los humanos!
    ¡Otra es la tierra, hombres, todos!
    ¡La humana tierra libre, hermanos!".

    ResponderEliminar