sábado, 21 de septiembre de 2024

Norita...


 Quedan pocos días para que haga ya 4 meses de la marcha eterna de Nora Morales de Cortiñas. Ayer viernes en las II Jornadas de Memoria Democrática de Ávila, se rindió un homenaje a esta inconmensurable mujer a quien, junto a las madres de Plaza de Mayo Argentina, Carlos Cano también tributo homenaje con su canción: "Tango de las madres locas".

Este fué mi homenaje escrito:


Con Norita, Motril 2014

Soy mal fotógrafo y tengo peor memoria. Pero las primeras me ayudan a recordar, evocar momentos -sobre todo colectivos y comunitarios- que han sido importantes en mi vida. Y uno de ellos fue conocer a Nora Morales de Cortiñas -Norita- para quien tuvimos la fortuna de ser reconocidos con su amistad.

Y entonces, al intentar hacer una semblanza de esta “pequeña” mujer (y enfatizo lo de pequeña por lo siguiente…) miro aquellas fotos de una lejano ya 2014 y siento que me hablan de muchas cosas de esta gran mujer.

Pequeña en lo físico, pero con una fuerza tremenda, que no sólo engrandecía su compromiso y su propia vida, sino que además contagiaba esa pasión por buscar la Justicia, aquí o allá. No hubo empeño pequeño para ella si la construcción final era mejorar un poco la vida de sus compañeros y conocidos.

Vuelvo al retrato y me encuentro con esta tremenda mujer que no solo se comprometió. Sino que, además -en el ¿cómo? - siempre aparecía esa sonrisa capaz de desbaratar al más feroz oponente como contagiar esperanza, tras unos ojos vivaces que provocaban y embargaban.

Su atuendo siempre culminado en una cabellera envuelta en un pañuelo blanco. Con distintas inscripciones y, en ellas, la fecha de desaparición de su hijo. Ese pañuelo, en Norita, no ocultaba vergüenzas, o miedos o desazón alguna. Al contrario. El pañuelo blanco, símbolo de pureza en sus justas luchas, siempre adornaba -como un tocado sagrado- esa cabeza llena de sueños, compromisos y afectos. Nora, como tengo la fortuna de encontrar en otras madres luchadoras, fue capaz de transformar su dolor e indignación en fortaleza para sus causas. Causas que hizo fueran de todos cuantos nos sentimos humanos y hermanados en la lucha por la Justicia. Y esta con mayúsculas.

Y esas pequeñas manos que nos sobrepasaban en generosidad…. Siempre extendidas para abrazar, alentar y denunciar. Cuantas veces, sus manos, fueron firme pilar de un micrófono o megáfono. Esas manos que formaron parte de su capacidad de comunicar. Manos que acariciaron tantas ilusiones como atemperaron injusticias y dolores. Manos cansadas y a la vez ofrecidas generosamente en busca de Memoria Verdad y Justicia como aparecía inscrito en el pañuelo sobre su cabeza.

Y vuelvo a las fotografías, testimonio certero de lo que Norita ha significado en la historia de nuestra humanidad. Frente a esos Goliat que se alzaban y se alzan contra lo débil y vulnerable, su pequeñez engrandeció todo aquello que apuntaba a luchar por un mundo mejor. Su voz, tenue y firme a la par, nos encaminó hacia esos senderos “periféricos” donde se juega lo humano, donde se descubre la potencialidad del ser humano. Donde la voz más fuerte no siempre es el grito más contundente y solidario.

Y para finalizar, me vuelvo a sentir traspasado por esa mirada personal que nos lanzaba a cada uno de sus interlocutores. Fuera este presidente, famoso o simple ciudadano… Su mirada calaba de tal manera que una vez mirado era difícil, por no decir imposible, ausentarte de esa mesa común en busca de Justicia y Paz.

Norita ha sido, junto a tantas mujeres-madres, imagen necesaria del valor de la memoria. La necesidad de tener presentes, hasta el fin de los tiempos, a aquellos a quienes el poder injusto e inhumano arrebató de sus faldas. Por eso ella nunca dejó de portar, como sagrado escapulario, la fotografía del hijo arrebatado por aquellos milicos que tanto daño hicieron y, si bajamos las esperanza y la lucidez, pueden volver a cometer.

La vida de Norita me trae a la memoria aquella frase del escultor vasco Eduardo Chillida, de quien se celebran 100 años de su nacimiento: “Los ojos para mirar, los ojos para reír, los ojos para llorar ¿valdrán también para ver?”

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