viernes, 23 de febrero de 2018

Decir haciendo...


No resulta complejo explicar el libro “decir haciendo,
crónicas de periferias” de Pepa Torres en Lavapiés. Pepa es una ciudadana, creyente en el Dios de Jesús, con una gran fe en las personas, que se ha puesto a tiro (eso que Pepa nomina: “no imponer ritmos, sino ir detectándolos”) -en una realidad concreta de un barrio diverso en Madrid- para acompañar a personas en el margen y dejarse acompañar por ellas. Ese recuerdo que nos hace de la etimología del compartir, y de muchas otras palabras. Que no es dar, ayudar… es partir-con, partir lo que tengo…

Desde el título, tomado al movimiento zapatista, es un libro serio, inconformista en cuyos posicionamientos religiosos no caben excusas: la pregunta de Mateo 25 Señor “¿cuándo te vimos…?”  al dios de Jesús brinda su respuesta: “cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
 En la pequeña asamblea de San Carlos Borromeo lo descubrimos y definimos, hace ya años. Si creemos en alguna unión indivisible es el anuncio y la denuncia. No podemos –sólo- poner pancartas en fachadas municipales o andar todo el día citando al Papa ( son gestos importantemente provocativos), si no abrimos nuestra casa, nuestros locales, parroquias, conventos… Y, paralelamente a esto, lo estructural, tenemos también que ser capaces de abrir nuestro corazón. Las personas empobrecidas no sólo necesitan (necesitamos) cubrir nuestra necesidades materiales, tenemos otra serie de necesidades igualmente urgentes a cubrir: el mundo de los afectos, de las dignidades, de los deseos, las luchas… de todo aquello que nos constituye como personas. Como señala Pepa, tenemos que “vivir la fe como don y riesgo”. 

De ahí que las claves que me deja el libro lo que testimonia, podría resumirse en estas:

1.    Gritar. Pareciera que hemos caído en una especie de silencio sepulcral que nos mata. (Pepa propone hacer un “taller de gritos”, me parece genial).
2.    Desobedecer. “Porque el adverbio preferido del amor no es el sí resignado sino el no desobediente y creativo”. “porque las leyes no sirven si no hay quien las cumple”, dice Pepa en el texto.
3.    Corporizar Acuerpar. No podemos delegar nuestra vida -la revolución- en la técnica, los técnicos o los carismáticos. “El cuerpo es la presencialización de la persona”.
4.    Esperanzar. Vivir es estar en continua lucha: contra una misma y contra montón de accidentes que acontecen en nuestro existir. Sin embargo uno de los esfuerzos mayores actualmente, a pesar de imperfecciones, errores y desazones en que podemos movernos, es resistir frente a la mediocridad o frivolidad. Nos jugamos mucho en el vivir de cada día, por eso es importante “y urgente unirnos al coro de voces de la esperanza, y no de las plañideras”.

Por todo esto el libro nos invita a redirigir nuestra mirada, su foco. Cada uno tenemos la oportunidad de enfocar nuestra vida en aquello que hemos encontrado. El Evangelio nos habla de “vender todo por comprar el tesoro”. Pero no sólo tenemos que mirar el lugar donde está la alhaja. Este es el primer paso: mirar, indignarnos. Tenemos que dar otro paso inexcusable: ponernos en el lugar de, hacernos los encontradizos, dejar desbaratar nuestra vida, nuestros saberes, nuestra estructural moral ideológica o filosófica/ religiosa. Como advierte Pepa “tejer la vida más al hilo del proceso que de los planes”.
La causa más urgente, entonces, será aquella donde haya una persona sufriente, empobrecida, con sed de luchar, convivir y amar.

Es un libro refresco de muchas de las columnas que ya había leído con anterioridad. Refrescar supone volver a ponerse en marcha. Recordar para hacer memoria actualizada. Así como un libro clarificador. Más allá de lo que Pepa sabe “intelectualmente”, ayuda a poner y expresar muchas de las cosas que vivo. Simple y profundamente eso. Unos textos que hablan de su cotidianeidad, tan parecida a lo que yo vivo. Pero que lo expresa de una manera tan entendible, asumible y luminoso que se convierten en un texto no sólo “expositivos de un saber”, sino una experiencia vital compartida. Y esto segundo convoca, atrae, llama a querer vivir esa misma experiencia que Pepa comparte en estos textos. Para ello, como nuestra propia vida, es un “libro inacabado”
Fotografías de Miguel A. Vázquez

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