No resulta complejo explicar el libro “decir haciendo,
crónicas de periferias” de Pepa Torres en Lavapiés. Pepa es una ciudadana, creyente en el
Dios de Jesús, con una gran fe en las personas, que se ha puesto a tiro (eso
que Pepa nomina: “no imponer ritmos, sino
ir detectándolos”) -en una realidad concreta de un barrio diverso en
Madrid- para acompañar a personas en el margen y dejarse acompañar por ellas. Ese
recuerdo que nos hace de la etimología del compartir, y de muchas otras
palabras. Que no es dar, ayudar… es partir-con, partir lo que tengo…
Desde el título, tomado al
movimiento zapatista, es un libro serio, inconformista en cuyos
posicionamientos religiosos no caben excusas: la pregunta de Mateo 25 Señor “¿cuándo te vimos…?” al dios de Jesús brinda su respuesta: “cada vez que lo hicieron con el más pequeño
de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
En la pequeña asamblea de San
Carlos Borromeo lo descubrimos y definimos, hace ya años. Si creemos en alguna
unión indivisible es el anuncio y la denuncia. No podemos –sólo- poner
pancartas en fachadas municipales o andar todo el día citando al Papa ( son
gestos importantemente provocativos), si no abrimos nuestra casa, nuestros
locales, parroquias, conventos… Y, paralelamente a esto, lo estructural,
tenemos también que ser capaces de abrir nuestro corazón. Las personas
empobrecidas no sólo necesitan (necesitamos) cubrir nuestra necesidades
materiales, tenemos otra serie de necesidades igualmente urgentes a cubrir: el
mundo de los afectos, de las dignidades, de los deseos, las luchas… de todo
aquello que nos constituye como personas. Como señala Pepa, tenemos que “vivir la fe como don y riesgo”.
De ahí que las claves que me deja el libro lo que testimonia, podría
resumirse en estas:
1. Gritar. Pareciera que hemos caído en una especie de
silencio sepulcral que nos mata. (Pepa propone hacer un “taller de gritos”, me parece genial).
2. Desobedecer. “Porque
el adverbio preferido del amor no es el sí resignado sino el no desobediente y
creativo”. “porque las leyes no
sirven si no hay quien las cumple”, dice Pepa en el texto.
3. Corporizar Acuerpar. No podemos delegar nuestra vida
-la revolución- en la técnica, los técnicos o los carismáticos. “El cuerpo es la presencialización de la
persona”.
4. Esperanzar. Vivir es estar en continua lucha: contra
una misma y contra montón de accidentes que acontecen en nuestro existir. Sin
embargo uno de los esfuerzos mayores actualmente, a pesar de imperfecciones,
errores y desazones en que podemos movernos, es resistir frente a la
mediocridad o frivolidad. Nos jugamos mucho en el vivir de cada día, por eso es
importante “y urgente unirnos al coro de
voces de la esperanza, y no de las plañideras”.
Por todo esto el libro nos invita a redirigir
nuestra mirada, su foco. Cada uno tenemos la oportunidad de enfocar nuestra
vida en aquello que hemos encontrado. El Evangelio nos habla de “vender todo
por comprar el tesoro”. Pero no sólo tenemos que mirar el lugar donde está la
alhaja. Este es el primer paso: mirar, indignarnos. Tenemos que dar otro paso
inexcusable: ponernos en el lugar de, hacernos los encontradizos, dejar
desbaratar nuestra vida, nuestros saberes, nuestra estructural moral ideológica
o filosófica/ religiosa. Como advierte Pepa “tejer la vida más al hilo del proceso que de los planes”.
La causa más urgente, entonces, será aquella
donde haya una persona sufriente, empobrecida, con sed de luchar, convivir y
amar.
Es un libro refresco de muchas de las
columnas que ya había leído con anterioridad. Refrescar supone volver a ponerse
en marcha. Recordar para hacer memoria actualizada. Así como un libro clarificador.
Más allá de lo que Pepa sabe “intelectualmente”, ayuda a poner y expresar
muchas de las cosas que vivo. Simple y profundamente eso. Unos textos que
hablan de su cotidianeidad, tan parecida a lo que yo vivo. Pero que lo expresa
de una manera tan entendible, asumible y luminoso que se convierten en un texto
no sólo “expositivos de un saber”, sino una experiencia vital compartida. Y
esto segundo convoca, atrae, llama a querer vivir esa misma experiencia que
Pepa comparte en estos textos. Para ello, como nuestra propia vida, es un “libro
inacabado”
Fotografías de Miguel A. Vázquez
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