El día a día, en ocasiones, se torna complejo. La realidad que vivimos viene cargada en muchas ocasiones de urgencias y tremendos dramas que no sabe uno muy bien cómo encarar.
La crisis que estamos viviendo arrastra una serie de dificultades en muchas familias de las que parece casi imposible poder salir. Los servicios sociales no llegan a las necesidades de los pobres. Las entidades de caridad, se han institucionalizado tanto, que la burocracia nos distancia de la realidad de las personas a quienes se pretende atender. la vida de los pobres parece ser la otra cara de la moneda de las entidades de caridad o asistenciales. No sólo, que también y mayormente en los últimos tiempos, por la crisis económica, sino también por las disposiciones políticas o de funcionamiento de estas organizaciones y por la esclerótica profesionalidad de muchos de sus trabajadores. Es verdad -no tengo ninguna duda- que hay personas trabajando en esos lugares que dignifican y colaboran en atender la realidad de estas personas desde la situación que viven, no desde los planes de intervención a los que se pretende adaptar a estas personas.
Esta mañana un joven cargadito de "problemas pero todos muy ordenados" (como él mismo confiesa, una alhaja de muchacho) nos plantea su situación personal. Desde joven abandonado por una madre alcohólica y un padre que se tiene que meter en líos para hacer frente a las necesidades de sus siete hijos, una mujer que le abandona con dos hijas... una historia de desesperado abuso de drogas y, como consecuencia, de cárcel, exclusión y marginación. Nos comenta la cantidad de entrevistas que ha hecho buscando ayuda. Servicios sociales generales, comunidad de Madrid, iris, caritas, parroquia... todo un periplo de desnudez vital que no han acertado a satisfacer sus necesidades. Entre otros problemas, él mismo se confiesa inadaptado a la red de apoyo existente. Más leña al fuego de su desesperación y trastorno.
Cuando marchó, al menos así lo dijo, se sintió escuchado (por qué nos cuesta tanto escuchar a los pobres) y sin enjuiciar (la cantidad de tribunos por los que pasan los pobres).
Bueno, sirva este blog, o blof como dicen las madres a mi espalda que no callan, para llamar la atención acerca de la atención que dispensamos a los ciudadanos más vulnerables u a aquellos que son vicarios de Cristo.
14 kilómetros marcan la distancia entre la exclusión y la inclusión. Esa distancia separa la Puerta del Sol, punto neurálgico de Madrid, de la Cañada Real Galiana. 14 kilómetros separan la costa europea de un continente empobrecido. Catorce kilómetros: una distancia muy larga para quienes se ven obligados a recorrerla cada día. Con este blog pretendo visibilizar y rendir homenaje a todas esas personas que peregrinan cada día por los márgenes de la exclusión.
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