En una noche de copas -alcoholes y hachís declararon- por una mala "mirada", dos grupos de jovenzuelos comienzan una trifulca que acaba con la muerte de uno de ellos que al recibir un puñetazo del encausado cae al suelo con la desgracia de golpear la cabeza contra el empedrado y abrirse -como bien explicó el forense- la caja craneal.
A la vista acudimos amigos de ambos jóvenes: el encausado y el finado.
Los de este último, junto a familiares, con la lógica indignación ante terrible suceso y con un dolor contenido que, ciertamente, se fue escapando
También estábamos los que acudimos a acompañar al joven encausado y a sus no menos jóvenes acogedores. Pareja, esta última, verdadera maestra de la solidaridad, la acogida y el cariño.
La escena era realmente dolorosa. De ambas partes. Unos por el amigo y familiar perdido, y otros por el amigo y familiar preso. Una noche que comenzó al alba de la tarde y que acabó bien entrada con una vida.
Evidentemente los papeles podían perfectamente ser los contrarios. El finado siendo encausado y el preso velado. La vida, en ocasiones, proporciona dichas escenas tan atronadoras y tormentosas.
Lo cierto es, una vez más, que el drama -como decía de vuelta una de las madres: el dramón- se ha llevado una vida joven y ha socavado la historia de otro joven que, desgraciadamente, llevaba gran parte de su vida siendo blanco de desgracias e infortunios.
Y por delante el futuro: una familia a quien esperamos se la ayude a cicatrizar la profunda herida de la ausencia de su joven hijo y otro joven, cuya familia no biológica hemos de poner todo nuestro empeño y colaboración para que el final de esa trágica noche no se convierta en lastre perpetuo que imposibilite volver a revivir con dignidad.
En definitiva una conflicto de dolores de difícil conciliación.
Por Iván y su familia, por el procesado y sus acogentes...
ResponderEliminarQue Dios reparta suerte!!!!!!!!!!!!!!!!